lunes, 14 de noviembre de 2016

.

No quiero que me fuercen a escuchar cierto tipo de música cuando mi ánimo rema hacia el otro lado.

Simplemente no puedo. No hay sintonía.

sábado, 8 de octubre de 2016

Aceptación

Llevo mucho tiempo diciéndole a un gran amigo que debe aceptarse tal como es. Que uno no debe disculparse por cómo es, que no es malo ser de cierta forma. Y siempre he creído que tengo razón.

Digo esto para introducir un tema que me hizo reflexionar, gatillado por una situación:

Me dijeron -muy sutilmente-, que la música que yo escucho es demasiado expresiva y en general es triste. Que no estoy alegre, y que pareciera que no tengo esperanza.

Y da la casualidad que también discutimos sobre la percepción de las cosas.

Hmm...

No quiero que esto parezca como un post enojado respecto a algo que podría interpretarse como ataque. Yo diría que más bien fue una situación que generó introspección y simplemente hizo salir una conclusión. Nada más.

Entonces, me di cuenta que sí. Fundamentalmente mi música es depresiva. Aunque haya palpeteos constantes, aunque parezca que más bien es música chill, sigue siendo depresiva, porque no muestra alegría y no muestra esperanza. Por otro lado, con la música clásica es lo mismo, ando buscando cuestiones que expresan tristeza, dolor y sentimientos relacionados. Y no, no creo que sea coincidencia, y tampoco creo que sea inconsciente y aún menos un tema involuntario.

El porqué de esto es un asunto no muy complicado. Nuestra percepción de la vida está condicionada por lo que hemos pasado y lo que hemos vivido. A estas alturas del partido no es secreto que mis últimos años no han sido de lo mejor, y de hecho, para describirlos se me vienen a la cabeza palabras como desesperación, soledad, tristeza, etcétera.

De lo anterior en adelante es directo que esos sentimientos son los que más entiendo. No me va muy bien lo de la alegría y pasarlo bien, porque simplemente no han sido un factor mayor en mi vida. No estoy diciendo que no soy capaz de hacerlo ni que soy un tipo triste. No me malentiendan. Puedo hacerlo como cualquier persona sobre la tierra. Lo que digo es que hay otros asuntos a los que les he dedicado más tiempo en mi vida.

¿Alegría? Bueno, pasada la tormenta, ¿no suena un panorama excelente sentarse en un sillón y tomarse una chela sin preocupaciones? Lo mismo con la esperanza: después de la soledad lo atractivo es la compañía y su trascendencia. No es la alegría tradicional, no es chico trujillo, ni la combo tortuga ni ninguna de esas weás.

Entonces, ¿depresivo? Puede ser, pero primero analicemos por qué escucho esa música y no otra.

Chopin era un tipo extremadamente talentoso. Y no voy a dejar de escuchar sus expresivas canciones porque puede ser que para otros no tengan una pizca de esperanza. Para mí sí lo tienen, porque mi esperanza y mi alegría están distorsionadas respecto del resto.

¿Es eso malo? No creo.

viernes, 23 de septiembre de 2016

Terremoto

Preámbulo: A tí, que existes sin mí.

Oye, conchetumadre:

Primero, esa canallada de carta que leí, no puede haber sido del primer período, porque en ese entonces estabas demasiado deprimida como para tener algo. Además estaba en uno de tus cuadernos de la U.

Está bien, yo lo sabía por dentro, aunque en el momento no me importaba mucho. Hasta me lo contaste, ¿te acuerdas, conchetumadre?

Segundo, estoy hirviendo de rabia en este momento; yo que me desvelaba por tí, que salía de mis putos canones idiotas de niño nerd por tratar de ser dulce para tí, llegué a recibir de lo peor de tu parte. ¿Te acuerdas, mierda, del 2008? ¿Te acuerdas que viniste a verme, y sólo terminamos peleando por un asunto de menor calibre que éste? ¿Te acuerdas, conchetumadre, que me armaste una escena de celos el 2010? ¿Te acuerdas, por la concha facha, pinochetista y mormona de tu madre de todo lo que me hiciste llorar?

Tercero: sin perjuicio de lo anterior. Estoy al tanto de que no soy -ni fui- una blanca paloma. Sé que te hice daño, aunque nunca de manera intencional. Nunca al grado de confundir tu mente. No, no hice nunca nada como esta canallada.

Y si la cuestión tanto era así, ¿para qué conchetumadre me seguías buscando? ¿por qué tuve que ir a buscarte para que la tonterita terminara?

Sábelo: terminé hecho mierda cuando nos separamos. Lloré poco, sí, pero ello no implica ausencia de pena.

Hace algún tiempo también te maldecía. Nosotros, conchetumadre, podríamos haber sido felices si hubieses sido un poquito más estable, pero no. Y me sigo preguntando hasta el día de hoy, ¿por qué te enojabas tanto conmigo?

Tal vez acabo de encontrar la respuesta. Tú estabas buscando alguien con quien generar un lazo virtual. Algo fuera de la realidad, algo que realmente te conectara. Y no, no tuvimos nunca ese lazo, porque yo era -y aún soy- un ser mucho más virtual que tú. No había -y, de nuevo, tampoco hay- posibilidades de que nosotros entablaramos tal lazo.

Y de cierta manera, estoy de acuerdo con tu carta: ambos buscábamos ese lazo fuera de lo real que nos conectara, esa complicidad que hay entre aquellos que son socios. Cosas como engañar a otros, conocer algo muy bien y trabajar como equipo, incluso cosas como robar fueron asuntos que jamás hicimos, y que para ser francos, jamás las ibamos a hacer.

Pero, ¿por qué mierda tanto jugo, entonces? Si tenías una cuestión a espaldas mías, está bien; al menos en el sentido de que lo tenías y lo mantuviste escondido todo el tiempo. ¿No te carcomió la mente haberme arruinado una semana entera por un asunto menos grave? ¿O acosarme incesantemente acerca de mi relación de amistad con una canadiense con la que ni siquiera hablaba tanto?

¿No será, conchetumadre, que el origen de tus celos venía de tu relación a espaldas?

En fin, estaba ordenando y me encontré con esa carta. Al final del día, da lo mismo. Tú tienes tu vida, yo tengo la mía y avanzamos en paralelo cada uno. Espero que hoy seas arquitecto y que ayudes a construir una mejor ciudad. Por mi lado, parece que voy entendiendo algunas cosas.

A tí, que existes sin mí

Deambulando y ordenando mi casa, encontré un texto que vale la pena citar completamente:

Tú eras la razón por la que me conectaba a msn. Con nadie he mantenido conversaciones más largas, chistosas, entretenidas y de tanta compañía. Pero todo era virtual, msn no es nada. Nada para los demás, porque yo echo de menos las tardes y noches hablando como si la vida se fuera a acabar. Después de toda la embarrada que me mandé, no puedo mostrarte esto y por eso te voy a escribir que te quiero mucho aún. Aquí viene lo que no te gustaría leer... lo que te quiero a tí, no cambia lo que siento por mi pololo, a él lo amo.
Te extraño. 

jueves, 18 de agosto de 2016

Dudas, contracciones y enredos en tiempos de Olimpiadas

Antes que nada quiero declarar que me considero un eterno alumno.

No hablo, eso sí, de aquello que uno aprehende a través de experiencias. No. No estoy hablando de que me considero un alumno que aprende cosas como "No debo hacerle esto o aquello al prójimo" ni "Debo ser más audaz". Hablo de conocimiento científico: de Ingeniería, de Música, de Filosofía, de Medicina, de Historia, de Lenguajes, hablo de aquello que se aprende en la universidad, de aquello que requiere tiempo y dedicación. No de lo que se puede aprender en una noche tomando chela. Ese tipo de alumno me considero, y perpetuamente.

Llegué a mi casa un poco aburrido y cansado de los ramos sin motivación ni exigencia que curso por estos días y siendo franco, tomé una lista de los personajes tsundere de animé para ver algo nuevo. Sí, lo dije, y qué; veo animé y me gusta ese estereotipo. Demándenme.

Esta serie resultó ser grandiosa: se llama Nodame Cantabile y ví sus cuarentaytantos capítulos en algo así como tres días. A grandes rasgos trata sobre músicos, y se puede ver el pensamiento de los protagonistas en tópicos musicales. Terminé profundamente conmovido y sensibilizado con la música clásica, y este es un tema sobre el que quiero detenerme.

Al igual que muchos, yo también he tenido una progresión en la música que escucho. Partí con música un poco fuerte y poco a poco fui bajando el ritmo y la cantidad de letra, hasta llegar a un punto donde sólo escuché música instrumental, o en su defecto las voces sólo eran meros adornos melódicos. Mi razón era simple: la música y su melodía trataban de transmitir algo. No estaban ahí para ser nada, había un esfuerzo en decidir qué nota y qué instrumento iba en qué lugar. No era cuestión de azar, como se ve en mucha música moderna.

Después de eso escuchando algo de música clásica pensé en lo que podría haber sido yo. Quizás ahora estaría afuera de la U. Trabajando, teniendo otra vida, menos frustrado, quizás viajaría más, quizás estaría un poco más guatón, quizás comería mejor y tendría otro sueño.

Pero las cosas no son así, no quise yo seguir con eso. Y considero que está bien a pesar de todo lo malo que ha implicado.

Y quise (y quiero) tocar piano, al igual que aprendí a cocinar postres, al igual que conocí todo Santiago, al igual que quise retomar la bicicleta. Todos estos (y otras cosas como el animé) me distraen un poco de lo real y en cierto sentido me alejan de la normalidad. Mis temas de conversación son variados, pero al mismo tiempo se alejan del patrón común y me siento un poco solo por eso. Porque de las cosas que aprendo en general poco se puede conversar con el resto, aunque tengo que reconocer que en algunos temas he encontrado gente con la que puedo conversar sobre estos temas.

Qué pasará entonces? Viviré alejado de la realidad siempre tratando de esconder aquello que me gusta? Viviré pensando eternamente que soy un nerd encubierto?

Pienso que de a poco tengo que ir tranquilizándome respecto de estos temas. Todavía queda mucho trecho por delante como para echarse a morir, y las olimpiadas son un claro ejemplo de lo anterior. Qué habría pasado si Usain Bolt hubiera dejado de correr porque nadie quería correr con él? O, a modo general, con cualquier deportista (hoy) de elite que se hubiese rendido a medio camino en su adolescencia? Probablemente todos sabemos la respuesta, y no hay por qué justificar ni argumentar lo anterior.

Por lo pronto, voy a esforzarme para tocar piano y envolverme más de esta música, que en estos días me tiene un poquitín sensible respecto del pasado, pero que me ha servido para botar algunas emociones que tenía guardadas. Enfrentaré mi futuro con gracia y mucho esfuerzo por nunca abandonar aquello que me ha gustado, y asumiré dichos temas con orgullo, porque ello es quien soy yo.

Sí, es cierto, mi vida pudo ser de otro modo. Pero a pesar de todo el período oscuro que viví los últimos años, siento que he crecido mucho como persona. Quiero volver a recorrer el Mapocho y completar mis historias de las aventuras de los cuatro personajes que he dejado de lado por temas personales y en algún momento de tiempo. Quiero retomar la bicicleta y seguir recorriendo, tanto el valle del Mapocho como el valle de la vida.

En inglés diría I wouldn't have it any other way. En Español no sé, pero lo voy a averiguar. Esperen noticias de las historias del Mapocho!

lunes, 1 de agosto de 2016

Torcer

Todo empieza torciendo la flecha.

Y me pregunto: y si tomamos nuestras flechas que apuntan en sentidos opuestos y las torcemos? Seremos felices? Llegaremos allá donde el pasto es verde, donde no hay desigualdad, donde nos mueve el amor? Y si llegamos a ser cercanos?

Ciertamente es un pensamiento placentero. Me dan ganas de torcer mi flecha, pero al mismo tiempo desconozco qué pasa por su mente, y por lo tanto vacilo ante estas ganas que tengo.

Por qué no torcemos nuestras flechas, y en vez de apuntar hacia fuera de nosotros, las hacemos apuntar al otro? No sería entretenido? No sería interesante?

martes, 7 de junio de 2016

Reventar

Yo tengo una opinión muy fuerte sobre los moluscos.

Me encuentro, simplemente porque coincidimos de lugar, con usted, que aborrece los moluscos y, en cambio, prefiere los crustáceos.

La conversación gira en este momento en torno a las aves y su vuelo. Pero dentro de algunas horas el tema rotará hacia el mar y comenzaremos a hablar de crustáceos. Como usted aborrece los moluscos éstos saltarán a colación y -naturalmente- yo me veré forzado a expresar mi opinión. Mas usted, que siente una terrible animadversión por el objeto de mi deleite tratará de convencerme de lo contrario.

A este punto el grupo de discusión ya se ha reducido de 10 a 4 personas, dos de las cuales somos yo y usted.

La discusión comienza a elevar su tono y tanto yo como usted trataremos (ni siquiera de imponer) de manifestar nuestra opinión.

Hasta que la discusión revienta con usted desempeñando un sólido monólogo, en cuya mitad ninguno de nosotros ya escucha.

Cuando me tengo que ir me pregunto: Vale la pena?