martes, 19 de mayo de 2015

Olvidando a la Sofía en Isla de Maipo

Esta es una historia de colegio.

Con la Sofía pololeamos cerca de un año y medio. Los dos éramos mojigatos y hogareños, la época la recuerdo como si hubiese sido viejo, y en retrospectiva siento que no tenía energías, que estaba cansado todo el tiempo. Que no había nada que hacer, que los paseos a la Plaza o al río ya eran demasiado. Incluso ver el mítico tren era algo que me desgastaba.

La historia empezó en Segundo Medio, con el típico momento en el que te armas de valor, que te da miedo y tiritas y le dices finalmente: Oye, me gustas. Y por supuesto, ella te corresponde, y te sientes feliz, y la besas, y todo está bien en el universo.

Como describía antes, no hacíamos mucho. Yo vivía en Talagante, ella vivía en El Monte, estudiábamos en un colegio que ya no existe cerca de Agustinas con Brasil. Highland School o algo así creo que se llamaba. Por esos años estaba de moda ofender al Español cuando de poner nombres a escuelas se trata. Cosa de darse una vuelta por Avenida La Florida para confirmar lo que digo.

Y es que ni desde Talagante ni desde El Monte era muy agradable viajar a Santiago todos los días. El taco en Vicuña, después el taco en Pedro Aguirre Cerda para finalmente llegar al taco en el centro. Era horrible, y lo siguió siendo después cuando entré a la U.

Con la Sofía paseábamos de la Mano por el Barrio Brasil y el Yungay después de la escuela, y en los findes a veces nos juntabamos en mi casa o en la suya. Pero lo cierto es que siempre estábamos en la casa, y salíamos poco, y en realidad siento que no hacíamos nada, que todo era el amor, qué se yo. No me puedo mirar objetivamente en retrospectiva, porque he cambiado mucho desde aquellos tiempos.

Para contar la verdad, peleábamos poco y la relación parecía que era perfecta: cuando yo quería juntarme con mis amigos a jugar N64, Super Nintendo, o ir a jugar DDR a las maquinitas ella me dejaba que fuera sin poner problemas, y lo mismo hacía yo cuando ella salía con sus amigas a hacer quizás qué. Siempre me imaginé que se juntaban a maquillarse y a pelar, pero no sé. Sus amigas ni siquiera me caían mal, pero tampoco ansiaba conocerlas, porque por la cresta, cuando uno tiene esa edad, quién ansía conocer a las amigas de su polola?

O acaso ya estaba cagado desde entonces?

Un día me llamó a la casa y me dijo que fueramos al río a El Monte, la conversación fue muy breve, yo acepté. Nos juntamos en el puente y yo ya la veía que tenía mala cara, que venía mal, que estaba seria, que venía decidida. Lo que no sabía era lo que había decidido.

Y sin chistar, yo mirando el río y ella con mis manos entre las suyas me dijo que se acabó, que ya no quería que siguieramos, porque no había diversión entre nosotros, que no salíamos juntos a ninguna parte, que no conocíamos a gente en común, que éramos demasiado iguales para estar juntos, que me deseaba lo mejor, que le dolía tener que hacer lo que hizo, pero que ya había tomado la decisión.

Eran las 16:15, o algo así, de una tarde de Noviembre. Yo me quedé mudo y ella se fue casi de inmediato, como si supiera de antemano que yo no iba a responder, que me iba a quedar mudo. Me quedé mirando el río hasta las 8 de la tarde y me fui caminando a mi casa. Llegué tarde y no quise hablar con nadie.

En los examenes de tercero medio me fue como el forro, no porque no supiera lo que me preguntaban, sino que porque me pasaba casi la mitad del tiempo de la prueba pensando en qué chucha fue lo que me dijo, por qué me quedé mudo, por qué no respondí nada, por qué terminó conmigo si yo pensaba que todo estaba bien.

En retrospectiva la Sofía tenía razón, pero fue sangre fría. Ni siquiera hay derecho a réplica?!

En fin. Entre el asunto del río y lo que siguió después no la busqué, porque tampoco tenía claro qué le iba a decir. Hasta que me decidí, y partí dos días antes de navidad a su casa, para preguntarle qué chucha. No había nadie.

Vacaciones.

Teléfono habría sido acobardarse, y las cartas no son mi estilo, así que sumido en el pensamiento de que había que esperar hasta Marzo desistí de la idea y caí en depresión.

En las vacaciones fuimos a Entre Lagos. Un lugar al interior de Osorno que recuerdo que era hermoso, pero me resulta difícil describirlo, porque honestamente el paisaje lo miré a la ligera. Me di cuenta que había cambiado, que prefería mi silencio a mi habla, empecé a darme cuenta de cómo me miraban raro, casi como si me tuvieran miedo. Como si supieran mi estado.

Tampoco es que alguien quisiese hablarme sobre eso, porque cómo se empieza ese tipo de conversaciones?

Hacia fines de Enero recibí la llamada de una ebria Sofía, que me trataba de decir que sus amigas estaban en lo correcto, y que yo era un flojo de mierda, o algo así. No entendí muy bien y corté yo antes de que lo hiciera ella, por dignidad, por respeto a mí mismo.

Bah...

Y me di cuenta que no tenía amigos. Así que partí a Puerto Montt, donde vive un tío y me dediqué a alcoholizarme casi a diario con mi primo, que tenía dos años más que yo. Pelluco era la mejor distracción para esta dolencia. Nunca pensé en mi primo, pero ahora me pregunto: Por qué habrá estado tan quebrado? Por qué alcoholizarse a diario? Irónico es, por decir lo menos, que nunca hayamos hablado del tema en un mes

Después volví a Talagante, y mis viejos me preguntaron qué me pasaba, que por qué estaba tan distinto, tan alejado, tan mudo. Y como buen cabro de 17, les dije que no pasaba nada. Quién no se ha hecho esa?

Pasé casi todo Marzo en silencio, hablando sólo lo justo y necesario, porque de cualquier manera no tenía amigos en el colegio por haber pasado tanto tiempo con la Sofía. Ella era más sociable, así que parecía que ella lo sobrellevaba de buena manera, no como yo.

Y un día en Abril hablamos, y me pidió perdón por haber terminado conmigo de manera tan abrupta, me habló de su verano, que Zapallar, que el litoral, que Viña, qué se yo. Ya no me importaba, porque había cambiado. Ahora era simplemente un muchacho silencioso que no hablaba nada. Le agradecí su conversación como políticamente se debe hacer y me puse a caminar. Me sentía con un nudo en la garganta apretado, quería llorar, no quería llegar a mi casa.

Se me hizo de noche y partí al ritual diario de ir a la Estación Central y esperar la Talagante que me llevaba a casa cuando tuve la epifanía.

No sé si toda la gente que viaja lo nota, pero cuando se toma esta micro en el terminal hay un montón de gente esperando en la cola para las micros. Los andenes marcan recorridos distintos, de manera que uno espera en la fila de la micro que corresponde. Finalmente casi todas llegan a Talagante o El Monte, incluso hasta El Paico, pero hay distintas formas de llegar, incluso hay recorridos que no van donde debiesen ir. Como la micro que va por Camino a Lonquén, por ejemplo.

Y mirando la fila, y la cantidad de gente que parte en la micro desde que comienza el recorrido no es difícil darse cuenta de que el recorrido "C. LONQUEN - ISLA DE MAIPO - CAPERANA" es lejos el que se lleva la mayor cantidad de pasajeros en la Talagante. De las Peñaflor no tengo idea, porque eso está muy cerca de Santiago.

Y concluí que aunque tenía una inmensa rabia con la Sofía por haberme puesto en esta situación depresiva terrible, en algunas cosas tenía razón. Sobre todo en la de explorar cosas, así que decidí mostrarle que estaba equivocada, que yo sí podía explorar si me lo proponía.

Me dieron las 8 y media.

Asustado, me hice paso en la fila para la micro que va a Isla de Maipo. Y como siempre, hay gente que queda en la fila para irse sentada y después de eso las personas que llegan son libres de subirse o no. Me subí con una ansiedad que no había sentido nunca antes y me quedé parado en el pasillo porque no habían más asientos.

Debo haber tenido una expresión facial horrible porque una vieja me dió el asiento por ahí por Departamental con Pedro Aguirre Cerda. Me senté a la ventana y llorando iba mirando hacia afuera. Me sentía asustado y libre. No sabía dónde cresta iba a ir a parar. Mucho menos tenía mapa ni nada de esas cosas.

Pero no me importaba.

La oscuridad en Camino a Lonquén puede ser desesperante, pero yo calculaba que iba a ser más tiempo hasta Isla de Maipo que hasta Talagante, así que sabía más o menos cuánto me iba a demorar. Me pasé mil rollos de la situación en la que estaba la Sofía cuando me llamó. Música fuerte, gente gritando al lado del teléfono y ella borracha. Lo comparé con lo que hice después en Pelluco durante Febrero y seguí llorando otro rato más.

Por qué me parecía que yo estaba infinitamente sumido en la miseria y ella lo estaba pasando bien? Por qué cresta siempre se tiene que hacer este tipo de comparaciones después de terminar una relación?!!!!

La micro iba fuerte y derecho, muy rápido hasta que disminuyó su velocidad y dobló en una bifurcación. Pasamos por una especie de Iglesia y una Plaza. Estaba mal iluminado y bien oscuro.

Desde ahí me fui pensando que estaba loco, que toda esta basura no podía ser así, que si ella después me buscó para pedirme disculpas es porque simplemente buscaba una distracción durante el verano, igual que lo hice yo. Después de todo no eramos tan distintos.

Había tomado la micro con la intención de saber qué mierda era "Caperana", pero eran ya un cuarto para las 10 y decidí bajarme cuando se bajó un gran pelotón de gente en Isla de Maipo. Bueno, supongo que era Isla de Maipo. Me bajé muy calmado y me quedé viendo cómo se iba la micro a la distancia.

Hacía frío, pero ya estaba tranquilo, ya no tenía pena. Le pregunté a un viejo que iba caminando cómo podía irme a Talagante y me dió indicaciones que tomara la micro pal otro lado y que me bajara en Calera de Tango y ahí podía tomar una micro a Talagante.

No me importó que fuera tarde. Ya estaba calmado. Ya había olvidado a la Sofía. Ya se había acabado el tormento.

Llegué a la casa tarde y feliz.

jueves, 14 de mayo de 2015

Como conocí a la Lucía

Yo era amigo del Ramón ya hace cinco años. Una amistad honesta. Con la Domi habiamos empezado a compartir nuestras vidas hace hacía unos 3 años, o algo así.

Por esos días el clima político estaba denso, por decir lo menos. Se había empezado a discutir reformas educacionales con el gobierno, pero nada salía. Que diálogo, que mesa, que el GANE, que el FE, etcétera. Finalmente  por esos días todo estaba en desacuerdo entre nosotros (los estudiantes) y el Gobierno.

Todo esto sucedió en Agosto. Uno de los meses más agitados del conflicto. Pero déjenme retroceder un mes.

Estamos en Julio y en la Católica la cosa no era fácil. Yo era de esa izquierda que se mezcla a veces nomás, que se moja el potito, pero la mitad no más. El Ra tenía más convicción. O sea, le costaba involucrarse, pero cuando lo hacía, era todo o nada. Yo me acuerdo que sentía que estábamos acorralados entre tanto imbécil que ronda la U. Sobre todo en la Casa Central. Era un ambiente nefasto, porque salían palabras que odio, como "resentidos", "upelientos", "hippies" y algunas otras más, que no merecen mención.

Por su parte la Domi decidió irse a la toma de su U. Ahí conoció un sinfín de gente que por transitividad conocí yo. Muchos cabros súper preparados, y otros que se notaba que el entusiasmo era sólo para figurar, porque no tenían contenido.

Con el Ra discutimos varias veces sobre qué podíamos hacer nosotros a la interna e independientemente. Varias veces llegamos a que era buena idea formar un colectivo anónimo, pero nunca concretamos la idea.

El 4 de Agosto quedó la cagada. La Domi se fue presa, la pillaron en Bustamante y no pudo hacerlo. Puta que fue huevona. Con el Ra mirábamos atónitos lo que pasaba, era un ambiente casi surreal. Hasta el día de hoy no he visto algo parecido.

Yo pensaba que después de irse presa la Domi iba a ser más calmada, pero finalmente resultó lo contrario. Salió con más convicción que nunca. Me acuerdo que se veía bella todos esos días, supongo que por esos días fue cuando finalmente decidí que no quería estar con nadie más. Qué extraña es la vida.

Antes del Paro de la CUT la Domi me dijo que marcharía con sus amigos de la Toma, que no iban a marchar con sus facultades, así que le propuse que fueramos juntos, y que podía llevar algunos huevones de la Católica. Accedió.

Fuimos yo, el Pancho, el Ra, el Pedro Cox y el Damián Schwarze y ahí fue cuando conocimos a un grupo de cabros de La Chile. Con algunos de ellos mantuve contacto después, todos buena onda. Pero fue este día cuando yo y el Ra conocimos a la Lucía, quien sería su futura polola.

Nosotros ya estábamos grandes, íbamos en quinto, la Domi también. Nos acompañaban puros personajes desde primero a tercero, así que éramos como los papás del grupo. La Domi sabía más de las marchas y qué hacer, así que ella era como la mamá. La Lucía era de la misma onda, así que se hicieron buenas amigas. Qué raro que es hacerse amigo de alguien en una marcha, con toda la paranoia que invocaba en ese tiempo la marcha. Todos pensaban que todos eran sapos, así que siempre había que ir con alguien que por lo menos supiera quién eras. Tiempos difíciles, supongo.

Después de eso seguimos juntándonos con ellos, los 4 éramos siempre constantes: Yo, la Domi, el Ra y la Lucía. A veces venía el Damián, a veces el Pancho, a veces la Cata, o alguna combinación de ellos. Nos juntábamos a tomar Mate y conversar mientras jugábamos cartas o dados. Es lo mejor para pasar el frío, si me preguntan, conversa, ocio e interesantes brebajes, como Mate, Navegado, o incluso un Té.

Me acuerdo que no me gustaba la Lucía, porque siempre estaba agarrando pal hueveo al Ra, como si quisiera dejarlo en ridículo o algo así, pero tanto yo como la Domi sabíamos quién era nuestro amigo. Al Ra parecía que la cuestión no le afectara, era como si este huevón fuera de fierro. Nada lo sacaba de sus casillas. Bien por él.

El año siguiente en Mayo, o por ahí el Ra nos contó que estaba pololeando con la Lucía.

Nos quedamos perplejos. Supusimos que toda la supuesta hostilidad parece que no era tal. Quizás él ya sabía que a ella le gustaba?

Después de eso dejamos de ver tan seguido al Ra, y cuando tomábamos once ya no venía tanta gente a vernos. Recuerdo que nos sentíamos solos. Mala onda, porque ahora eramos dos parejas.

La Lucía era extraña, con alcohol era muy extrovertida, risueña y despreocupada, mientras que sobria era totalmente distinta: observadora, seria, introvertida, casi siempre parecía que estaba calculando o algo así. Yo no sé, los huevones de Beauchef siempre me han parecido raros, creo que por eso se pelean con los de Derecho en La Chile. En fin, me parecía rara, porque su carácter cambiaba radicalmente con el alcohol, aunque para darle justicia, a todos nos cambia un poco.

Después, cuando el Ra estaba estudiando para su examen de grado la Lucía fue con una lista para el Centro de Estudiantes, salió electa como encargada del Área de Comunicaciones. A mi me parecía raro que hubiesen elegido una persona naturalmente observadora e introvertida para el cargo, pero supongo que estaba feliz por ella, creo.

En fin, recuerdo muchas cosas que pasaron, la mayoría son una lata, porque casi todas son de crítica. La Domi me dijo un día que yo estaba celoso de ella porque acaparaba a mi amigo, y tenía razón, porque después (esto ya lo conté una vez) me invitó a tomar un café para contarme lo mismo que la Domi ya me había dicho.

Después de eso la cosa cambió, porque volvimos a vernos los tres, más que nunca, como ya saben, e incluso tuvimos la re-adición de la Lucía a nuestro pequeño grupo.

Todavía creo que la Lucía es un poco altanera y escaladora, pero me cae bien, porque después de eso mi amigo nunca se vio tan infeliz como yo lo conocía.

Series

Los mejores por serie, para cortar la ficción, para variar, qué se yo:

House: Remy Hadley
Drop Dead Diva: Teri (gana por lejos)
Californication: Lew Ashby
How I Met Your Mother: Lily Aldrin (en verdad no sé, no me gusta ningún personaje)
Gossip Girl: Charles Bass (es el menos maricón de todos, aunque tampoco lo admiro...)
Breaking Bad: Gus Fring (La elegancia de este sujeto es magnífica)
Game of Thrones: Ygritte
Weeds: Nancy Botwin
The Bing Bang Theory: Leonard (es el más tranqui..)
Better Call Saul: Mike
The Good Wife: Kalinda (aún estoy viendo esta serie :O)

comentarios?

lunes, 11 de mayo de 2015

Ferrocarril a la Playa

Cuando era chico vivía en un barrio donde había una línea del tren cerca y a unos 800 metros de mi casa además había un puente.

Eramos tan imprudentes que a veces nos colgábamos de los durmientes mientras el tren pasaba por arriba de nosotros. Una caída hubiese significado irse río abajo, derechito a El Monte, pero afortunadamente nunca nos pasó nada, quizás porque eramos ágiles, o quizás sólo teníamos suerte.

Siempre recordé con nostalgia ese tren hasta que un día decidí abordarlo, tan solo para viajar. Los autos y buses me tenían loco. Incluso en Talagante puede ser abrumador el panorama...

Así que hice una mochila con un par de mudas y partí a la Estacion Central bien temprano a tomar el tren. No es irónico que viviera por 19 años al lado de la línea del tren y que nunca me hubiese dignado a siquiera andar en uno?

Partimos a la hora esperada, el tren avanzaba rápido, pero las paradas en las estaciones lo hacían un viaje bastante más lento de lo que hubiera esperado.

En la estación Santa Ana de Chena se subió una mina de más o menos mi edad. Se sentó en la columna opuesta y mirando hacia "atrás" del tren (yo miraba hacia adelante), iba muy seria y con el ceño entrefruncido. Leía un libro, ya no recuerdo cual, pero no era largo. Recuerdo que me llamó la atención, y que la miré durante gran parte del viaje.

Cuando pasamos la estación Arturo Prat, empecé a mirar hacia afuera un momento para ver el río. Se veía majestuoso, desde El Monte hasta El Paico la vista era verdaderamente sublime. Pocas veces he vuelto a ver algo tan hermoso. Después volvimos al valle y yo me mantenía absorto en mis pensamientos. A veces miraba a la muchacha que se había subido algunas estaciones atrás, pero ella iba concentrada.

Al llegar a Cartagena me bajé y comencé a buscar un lugar donde quedarme. Encontré una residencial dentro de mi presupuesto, dejé mis cosas ahí y partí a caminar un rato. Cartagena en Agosto no es el mejor panorama, para ser honesto, pero ciertamente es una buena distracción del maldito estudio.

Estaba comiéndome una paila marina en un sucucho cerca de la playa cuando aparece El Pancho, un compañero de la U y mientras comíamos me cuenta que van a hacer una fiesta en la casa de un tal Pedro Cox.

El precio de estudiar Derecho en la Cato era que tenía que lidiar con este tipo de gente, que en verdad no me agradaban mucho, porque eran... no sé. No tengo palabras para describirlos, porque difícilmente existen, y aquellos que los conocen están en sus mismos círculos. Es por eso que estos personajes me caían algo mal, los conocía poco y eran un grupo cerrado, así que había poco espacio para la semiología y el arte de conocerlos. Llegar de paracaídas a un sarao de esos era una terrible idea si consideramos que además mi predisposición era negativa.

De todas maneras me armé de valor y accedí a ir. La razón ulterior de ir a a la playa en tren era hacer algo distinto, así que por qué no?

En la tarde caminé por la playa nostálgico de la Media y mis compañeros, me acordé de la sangre fría de la Sofía y cómo me rompió el corazón. Al final terminamos siendo amigos, pero igual me hizo daño. De todas maneras todo estaba bien, la media la recuerdo como un buen momento. Estaba nublado y el cielo así siempre me ha puesto excepcionalmente nostálgico, la Universidad iba bien, pero no excelente y tenía en general poco tiempo para mí mismo y descubrir lo que me da curiosidad.

De tanto pensar en épocas me dió la noche en la playa, compré una cerveza chica y me la tomé en la playa mirando la luna: Menguante, lo suficientemente bonita como para observarla a través de las nubes, pero no sublime.

Partí después de tomar la chela al punto de encuentro con el Pancho y nos fuimos conversando de lo que teníamos que estudiar para Historia del Derecho. A decir verdad no tenía muchas ganas de conversar de la U, había venido a la playa a otra cosa, pero a fin de cuentas, conversar es bueno para capear el frío.

En la casa del famoso Cox había mucha gente, reconocí quizás a la mitad, eran de la facultad. Los demás no sé de donde salieron. En general todos bien vestidos.

Empezamos a hablar de puras hueás con los compañeros de la U, descubrí que en general venían de sectores acomodados (era de esperar), les gustaba andar en auto y tomar en bares cerca de sus casas. A veces iban a discos, razón por la que supongo la música estaba un poco fuerte, asunto que en general me agrada, pero esta vez no, porque música fuerte significa que no estás obligado a hablar. Bien por mí, me dije.

En un momento decidí cortar las apariencias y la pasividad-agresividad, así que salí al patio. Hacía un frío de mierda, de esos que te hacen retorcerte apenas lo sientes y te hielan las manos en cuestión de segundos. La Luna seguía igual de "no tan mal" que hace unas horas atrás, el tiempo estaba espectacular para fumar.

Prendí un "333" y empecé a concluir que no toda iba tan mal, que la forma de la luna en ese momento representaba mi situación: No estaba del todo bien, pero sin duda que se veía más bien que mal, este viaje era lo que necesitaba, y me di cuenta que la presión cedió, y que no estaba tan tapado de trabajo como pensaba. Así que paré la nostalgia y decidí mirar a mi alrededor. Después de todo, esa es la forma de actuar cuando se está "decente".

Fue entonces cuando la vi de nuevo. También estaba fumando y miraba un árbol que había, creo que era un álamo, pero no me acuerdo. Se veía excepcionalmente hermosa. Bueno, al menos para mí. Su cara formaba esa expresión que sólo alguna gente tiene. Al estar con los músculos faciales relajados sus labios se curvaban hacia abajo, haciéndola parecer que está triste. Cuestión que todos sabemos que no es generalmente así, porque sólo es una expresión facial.

Todos esos pensamientos, y algunos otros que me reservo sucedieron en cuestión de segundos. Sin pensarlo un segundo fui a meterle conversa. No tenía ganas de estar solo.

Así que terminamos fumando juntos, me contó que venía por el fin de semana donde su amiga Margarita, que los papás le habían prestado la casa, o no se qué. Ella se llamaba Dominique, estudiaba Medicina y le gustaba la Endocrinología. Es chistoso, pero fue ése el momento en que aprendí qué era la endocrinología.

La famosa Margarita era una amiga de la infancia de este Cox, que llegó un rato después a unirse a nuestra conversación con un par de vasos de piscola. Nos contó qué onda la famosa Margarita, al parecer sus familias eran amigas del alma porque vivieron siempre en un sector de Los Domínicos o algo así. El Cox resultó bastante menos pesado de lo que parecía, así que buena onda. Estuve afuera casi toda la noche conversando, en un momento la Dominique se fue, así que conversé con otra gente también, amigos de amigos y todo ese chiste. Era casi irónico que todos parecían más simpáticos de lo que se veía desde fuera.

Antes de irme le dije a la Domi si podía llamarla a su casa. Me propuso que nos fueramos juntos de vuelta en el tren. Sus amigos se iban en auto y ella no tenía ganas. Acepté sin meditarlo.

Me habló del cerro Chena y de que odiaba vivir tan lejos de Santiago, que en un par de años pensaba trabajar en algún sucucho de mala muerte y cambiarse a la capital. Le gustaba leer y ayudar a la gente. Parecía muy inteligente. Íbamos hablando de política y de la dictadura cuando llegamos a la famosa estación Santa Ana de Chena y se tuvo que bajar. Me dió su número y me dijo que la llamara, para que tomaramos once o algo así.

Llegué a la casa muerto. Eran las 9 de la noche y me sentía agotado, pero feliz. Fue un excelente fin de semana.

La Domi es uno de los mejores regalos que me ha dado la vida.