miércoles, 14 de octubre de 2015

La importancia de la vejez

Cuando ya empezábamos a ser más viejos que jóvenes dentro de la U y nuestro pequeño grupito ya estaba consolidado -sobre todo después de lo de la Sierra-, empezó a ser natural que empezáramos a conocer a la familia de nuestros amigos, los viejos del Ra, los viejos de la Domi, mis viejos, nuestros abuelos, nuestros tíos, etcétera.

A estas alturas no me acuerdo si esta historia transcurre durante un verano, o semana santa, o a mediados de diciembre. Algo de calor hacía por esos días, eso sí.

En fin, con la Domi sabíamos que el Ra tenía sus demonios interiorizados, y que la época de desvelo e insomnio había pasado cuando empezamos a ser amigos. Ahora él seguía adelante persiguiendo la meta (sí, el Ra en ese momento perseguía más la meta que el sueño) de titularse y ser un abogado con todas sus letras. Yo también estaba cerca, pero la cuestión era más cuesta arriba, más difusa, o a lo mejor yo estaba distraído, o no me importaba tanto como a él, no me acuerdo. Así que veíamos bien al Ra, un poco más feliz que de costumbre y muy enfocado en su volada, incluso lo veíamos un poco menos, pero siempre había un tiempo, para fumar unos 333, o para tomar once, a veces nos íbamos en tren donde los viejos de la Domi por el día, para conversar y buscar otros puntos de vista en las problemáticas que teníamos.

Y nos pusimos de acuerdo para partir a Osorno, una ciudad que unos huevones dicen que es más fome que la cresta, pero se equivocan. La ciudad la hace la gente que vive en ella, y en ese sentido, Osorno es una ciudad muy distinta a Santiago.

Entiéndanme por favor, cuando afirmo que me cuesta mantener el foco al contar una historia.

Por esos días partimos a Osorno y resulta que la familia del Ra es una cuestión más loca que la cresta, y bien distinta a la mía (en ese sentido su familia se parece a la de la Domi). Hicieron algún animal al palo, no me acuerdo realmente cuál era (entre cordero y un cabrito era la cuestión, creo) y llegó casi toda la familia de mi amigo, muchos desde localidades cercanas. Sólo por decir algunas: Purranque, Entre Lagos, Río Bueno, Puerto Montt, Futrono, San José de La Mariquina, Futrono, Valdivia, entre otros. Un poco fácil entender por qué todos se juntan en Osorno después de decir eso.

Mi familia es buena para juntarse y bailar, hacer su asado loco a veces y tomar vino. Un clásico del valle en general, se habla poco de la inmortalidad del cangrejo y de asuntos que para otros no son importantes. La cuestión es bailar, pasarlo bien, conversar de la pega y las anécdotas del día a día.

La familia del Ra, en cambio, es lo más conversadora que existe, y en esta junta conversamos con un sinfín de gente de los temas más diversos imaginables. El baile es una cuestión de algunos, y se nota que lo más predominante entre ellos es la conversación, el compartir los pensamientos, la discusión. Y de un derepente entendí por qué el Ra era tan inteligente, por qué parecía que la U fuera tan fácil para él, la retórica, la discusión y el escuchar el punto de vista son cuestiones que -especialmente en el Derecho-, te curten y te forman para el desempeño tanto académico como laboral.

Y pasó el día, un día muy bonito, donde yo conversaba con algunos viejos, la Domi con algunas viejas, tías y qué se yo, hubo una mezcla muy grande de interlocutores que fue bonita. Yo creo que ese día fue uno de los que contribuyó a sellar nuestro andar. Las miradas y la complicidad que había entre los dos es una cuestión que no puedo explicar, no me exasperé al saber que ella no iba a estar conmigo todo el día, de hecho, ella siempre se ha valido por sí misma sin ningún problema, pero sólo recibir una simple mirada era suficiente para saber que estábamos juntos ahí, y que siempre íbamos a ir juntos, un al lado del otro, y al lado de nuestros amigos, caminando para vencer, para conquistar un mundo mejor.

Y cayó la noche casi junto con la ebriedad generalizada. Y me dio gusto que la cuestión fuera igualitaria, o sea, estábamos todos igual, los viejos, los jóvenes, los hombres, las mujeres.

Fue en ese momento que un tío que el Ra quiere mucho se puso a conversar con él, y le contó algunas anécdotas de vida, de esas que son difíciles de sonsacar a palabra simple, de las que la gente sin un copete jamás comentaría. Cosas de la vida de cuando vives en duda, en la incertidumbre, precisamente del proceso que se vive en la tercera década de la vida, del cuestionamiento interno y a veces externo. Al estar bien encaminado las cosas se van dando solas, no por arte de magia ni porque sí, sino porque hacer las cosas que hay que hacer te lleva a un estado de armonía, de tranquilidad, de una cuestión que es más bien inefable. Están los que no les gusta lo que hacen, los que los caminos de la vida los llevaron a hacer cuestiones que les son desagradables, y hay muchos otros casos más. Ahí entendimos que no todo estaba perdido, porque después de todo la Domi y el Ra aman lo que hacen, y ello en cierta manera hace su mundo. Allá en la cordillera eran ellos dos los que más conversaban de sus cuestiones, yo a veces también, pero no estoy seguro que las leyes y el derecho sean las materias que más me llenan como persona.

El reflejo que el viejo veía en su sobrino-nieto en cierta manera llegó a darle tranquilidad al Ramón, no esperanza, sino que tranquilidad. Él no era el único ni tampoco iba a ser el último con este tipo de dramas, que vienen desde hace mucho tiempo, aunque la globalización probablemente los ha hecho más agudos. El Ramón simplemente tenía que seguir haciendo lo que hacía: matar todos los ramos en la U, seguir yendo a los mismos lugares que iba, seguir subiendo cerros con nosotros, creer en sus convicciones. Después de todo, eso es lo que te define como persona.

Y estaba bien, y eso fue confirmado algunos meses después, cuando llegó la Lucía a nuestras vidas, probando que lo bueno trae más cosas buenas. De este tema nos acordamos allá en San Gabriel, y en el Embalse El Yeso, medios borrachos, medios llorones, porque la cuestión había llegado, y en ese momento habían otras preocupaciones. Como qué iba a pasar con nuestra amistad, por ejemplo.

Nueva York es otra historia. Y lo que pasó entre esta situación clave en Osorno y entre que llegó la Lucía también da harto de qué hablar, pero será para otro momento. Grande Ramón!