lunes, 30 de mayo de 2016

Mala suerte

Los que me conocen saben que no tengo mucha experiencia y siempre tiendo a decir que no sé nada. Al menos en la generalidad de temas que suelen salir, poco sé.

Y estoy yo aquí, en sequía, totalmente rendido frente a la posibilidad que cualquier cosa ocurra en mi vida. No necesariamente triste, y muchas veces sin siquiera deprimirme, sólo estoy yo y están mis amigos, y esa es la única verdad, porque de especulaciones no se llega a nada.

En fin, llegas tú y tengo la desgracia de conocerte, la mujer increíblemente más repulsiva que he conocido en mi vida. Tú representas todo aquello de lo que yo reniego, todo lo que yo no quiero ser en mi vida.

Yo hubiera esperado que la repulsión fuera mutua, pero desafortunadamente no fue así. Por alguna extraña razón tú no sientes animadversión hacia mí y, de hecho, yo que es todo lo contrario, sé que sientes curiosidad, que tienes ganas, y sé que cuando te curas te pones cargosa.

Y yo de tí no quiero absolutamente nada.

Y me da un poco de pena, porque tu pareja -que es un cabro que de huevón no tiene un pelo-, se da cuenta, y hasta te dice, y tú sigues con la cantinela estúpida. Como si para mí fuera importante el hecho de que tú no eres fea. Pero te falta, chiquita, saber que existimos algunos que actúan racionalmente.

Pero más que todo, lo que siento es que tengo mala suerte. Por qué carajo tenías que ser tú quien hiciera esto y no la que yo quería?

jueves, 12 de mayo de 2016

Influencia

No recuerdo exactamente el momento en que lo conocí. Lo veía algunas veces en el pan y otras veces caminando a la micro. Pocas veces tuve contacto con él, pero todos en el barrio lo conocían.

El momento en que empezamos a ser amigos sí que lo recuerdo. Yo andaba por la vida tratando de aprehender la mayor cantidad de cosas posibles, y algo de engreído había en mí, era de esos que creen que por estudiar algo y saber un poquito más cree que está por sobre el resto, de esos hijos de puta que te hablan en tono condescendiente, en tono patronal. En el más nefasto de los tonos en los que te pueden hablar.

Sí, hay pocas cosas que me desagradan de la gente, y tiendo más bien a tratar de ignorar este nefasto pensamiento, porque siento que me envenena. Pero no puedo soportar a los huevones que tratan a los demás (o a mí) en tono patronal, condescendiente, de ese modo que hace poco hizo surgir el término del inglés "mansplaining". Lo otro es esa actitud de los cuicos (se da más en las mujeres) en la que te tratan dulcemente en un tono obviamente falso, y más bien evitan hablarte con su frecuencia y tono natural de voz. Este -que sé que es difícil de notar-, es especialmente molesto cuando va acompañado de palabras como tierno o amoroso. Qué situación más nefasta, por la cresta!!

En fin, andaba en esa, cuando empecé a madurar mi capacidad de debate. Recuerdo que su primer gran aporte a mi vida fue cuando me dijo "oye, tienes una forma de discutir y de argumentación muy lógica". Yo creo que hasta el día de hoy R no sabe lo que significó eso en mí, la fuerza que me dio para nunca más quedarme callado cuando hay algo de lo que se está hablando. Es una cuestión difícil de explicar, porque todos cuando somos niños tendemos a discutir, tendemos a hablar sobre las cosas y a preguntar por éstas y por sus razones, y es sólo la retroalimentación positiva lo que nos hace que después nos sigamos preguntando y queramos seguir más allá. Dicho de otro modo, cuando tenemos respuestas, tenemos más preguntas.

Fue un momento particularmente especial, porque en ese momento yo me estaba dando por vencido, era el momento en el que me discutía una cuestión trascendental. Yo estaba decidiendo dejar de discutir por el resto de mi vida, por la cresta!

Pero R, sin quererlo, quizás, me enseñó que no, que a veces los malos estímulos no son tales, y lo que de verdad existe son malas interpretaciones.

Después de ello continué por la vida, sin mucho contacto, hasta que empecé a trabajar allá cerca del Club Hípico. Supe que R trabajaba cerca de la Peni, así que tomabamos la micro juntos, y en ese trayecto hablábamos mucho, a veces despues de la pega me invitaba a su casa y conversábamos con los invitados.

De él -y por influencia de otros, también, pero principalmente por R- saqué este extraño silencio que me invade cuando estoy en grupo, porque pese a que él era un excelente orador, entendía perfectamente el significado del silencio. Para mí ese silencio era, la mayoría de las veces, más significativo que cualquier palabra que esbozara en vez de callar.

Aprender eso significó un cambio radical en mi forma de actuar.

Querámoslo o no, y aunque a veces yo mismo lo niegue, todos necesitamos algún tipo de atención. Todos la buscamos. En esta nefasta era web 2.0 las selfies con comentarios son gritos desesperados de atención, pero como muchos ya saben, mi época de internet no es esta, sino una pasada (mi usuario de github @anachronic no es casual). En esta pasada época buscaba yo la atención de la forma nefasta en la que se hacía en ese tiempo, cambiando el nick del msn, reconectándome, poseando el género musical de moda, etc. Y me dí cuenta que funcionaba hasta que MSN se convirtió en una red social, y para infortunio mío, se acabó la atención. Porque la gente en esta era 2.0 habla con los que gustan, con los -digámoslo de una forma resentida- favorecidos.

Y yo no soy tal.

Comprendí que su silencio era una forma de llamar la atención, porque uno se pregunta qué hablará, que dirá, que pensará sobre el tema que se está hablando, y es una cuestión sutil, una cuestión que discrimina entre los que tienen la capacidad de participar y los que no. Era simplemente un método perfecto.

Después siguieron otras cosas, vino la cuestión más personal, qué se yo. Ya eramos amigos, ya la forma de vida estaba forjada y poco había que cambiar. Pero aprendí tanto que aquí no puedo detenerme en todo.

Al final me fui del barrio, pero a veces iba a la casa de R y, como siempre, ahí estábamos, en la mesa, con los que se podía hablar siempre, pero la frecuencia cada vez disminuyó más.

Hasta que un día perdí mi teléfono, su contacto y me volví a cambiar de casa, y no sé dónde está R, y el contacto se perdió, pero espero que allá donde sea que esté, R esté bien, y que aquellas promesas que nos hicimos, y las expectativas que teníamos el uno del otro se cumplan.

Porque es, a final de cuentas, una cuestión de lealtad.