miércoles, 14 de octubre de 2015

La importancia de la vejez

Cuando ya empezábamos a ser más viejos que jóvenes dentro de la U y nuestro pequeño grupito ya estaba consolidado -sobre todo después de lo de la Sierra-, empezó a ser natural que empezáramos a conocer a la familia de nuestros amigos, los viejos del Ra, los viejos de la Domi, mis viejos, nuestros abuelos, nuestros tíos, etcétera.

A estas alturas no me acuerdo si esta historia transcurre durante un verano, o semana santa, o a mediados de diciembre. Algo de calor hacía por esos días, eso sí.

En fin, con la Domi sabíamos que el Ra tenía sus demonios interiorizados, y que la época de desvelo e insomnio había pasado cuando empezamos a ser amigos. Ahora él seguía adelante persiguiendo la meta (sí, el Ra en ese momento perseguía más la meta que el sueño) de titularse y ser un abogado con todas sus letras. Yo también estaba cerca, pero la cuestión era más cuesta arriba, más difusa, o a lo mejor yo estaba distraído, o no me importaba tanto como a él, no me acuerdo. Así que veíamos bien al Ra, un poco más feliz que de costumbre y muy enfocado en su volada, incluso lo veíamos un poco menos, pero siempre había un tiempo, para fumar unos 333, o para tomar once, a veces nos íbamos en tren donde los viejos de la Domi por el día, para conversar y buscar otros puntos de vista en las problemáticas que teníamos.

Y nos pusimos de acuerdo para partir a Osorno, una ciudad que unos huevones dicen que es más fome que la cresta, pero se equivocan. La ciudad la hace la gente que vive en ella, y en ese sentido, Osorno es una ciudad muy distinta a Santiago.

Entiéndanme por favor, cuando afirmo que me cuesta mantener el foco al contar una historia.

Por esos días partimos a Osorno y resulta que la familia del Ra es una cuestión más loca que la cresta, y bien distinta a la mía (en ese sentido su familia se parece a la de la Domi). Hicieron algún animal al palo, no me acuerdo realmente cuál era (entre cordero y un cabrito era la cuestión, creo) y llegó casi toda la familia de mi amigo, muchos desde localidades cercanas. Sólo por decir algunas: Purranque, Entre Lagos, Río Bueno, Puerto Montt, Futrono, San José de La Mariquina, Futrono, Valdivia, entre otros. Un poco fácil entender por qué todos se juntan en Osorno después de decir eso.

Mi familia es buena para juntarse y bailar, hacer su asado loco a veces y tomar vino. Un clásico del valle en general, se habla poco de la inmortalidad del cangrejo y de asuntos que para otros no son importantes. La cuestión es bailar, pasarlo bien, conversar de la pega y las anécdotas del día a día.

La familia del Ra, en cambio, es lo más conversadora que existe, y en esta junta conversamos con un sinfín de gente de los temas más diversos imaginables. El baile es una cuestión de algunos, y se nota que lo más predominante entre ellos es la conversación, el compartir los pensamientos, la discusión. Y de un derepente entendí por qué el Ra era tan inteligente, por qué parecía que la U fuera tan fácil para él, la retórica, la discusión y el escuchar el punto de vista son cuestiones que -especialmente en el Derecho-, te curten y te forman para el desempeño tanto académico como laboral.

Y pasó el día, un día muy bonito, donde yo conversaba con algunos viejos, la Domi con algunas viejas, tías y qué se yo, hubo una mezcla muy grande de interlocutores que fue bonita. Yo creo que ese día fue uno de los que contribuyó a sellar nuestro andar. Las miradas y la complicidad que había entre los dos es una cuestión que no puedo explicar, no me exasperé al saber que ella no iba a estar conmigo todo el día, de hecho, ella siempre se ha valido por sí misma sin ningún problema, pero sólo recibir una simple mirada era suficiente para saber que estábamos juntos ahí, y que siempre íbamos a ir juntos, un al lado del otro, y al lado de nuestros amigos, caminando para vencer, para conquistar un mundo mejor.

Y cayó la noche casi junto con la ebriedad generalizada. Y me dio gusto que la cuestión fuera igualitaria, o sea, estábamos todos igual, los viejos, los jóvenes, los hombres, las mujeres.

Fue en ese momento que un tío que el Ra quiere mucho se puso a conversar con él, y le contó algunas anécdotas de vida, de esas que son difíciles de sonsacar a palabra simple, de las que la gente sin un copete jamás comentaría. Cosas de la vida de cuando vives en duda, en la incertidumbre, precisamente del proceso que se vive en la tercera década de la vida, del cuestionamiento interno y a veces externo. Al estar bien encaminado las cosas se van dando solas, no por arte de magia ni porque sí, sino porque hacer las cosas que hay que hacer te lleva a un estado de armonía, de tranquilidad, de una cuestión que es más bien inefable. Están los que no les gusta lo que hacen, los que los caminos de la vida los llevaron a hacer cuestiones que les son desagradables, y hay muchos otros casos más. Ahí entendimos que no todo estaba perdido, porque después de todo la Domi y el Ra aman lo que hacen, y ello en cierta manera hace su mundo. Allá en la cordillera eran ellos dos los que más conversaban de sus cuestiones, yo a veces también, pero no estoy seguro que las leyes y el derecho sean las materias que más me llenan como persona.

El reflejo que el viejo veía en su sobrino-nieto en cierta manera llegó a darle tranquilidad al Ramón, no esperanza, sino que tranquilidad. Él no era el único ni tampoco iba a ser el último con este tipo de dramas, que vienen desde hace mucho tiempo, aunque la globalización probablemente los ha hecho más agudos. El Ramón simplemente tenía que seguir haciendo lo que hacía: matar todos los ramos en la U, seguir yendo a los mismos lugares que iba, seguir subiendo cerros con nosotros, creer en sus convicciones. Después de todo, eso es lo que te define como persona.

Y estaba bien, y eso fue confirmado algunos meses después, cuando llegó la Lucía a nuestras vidas, probando que lo bueno trae más cosas buenas. De este tema nos acordamos allá en San Gabriel, y en el Embalse El Yeso, medios borrachos, medios llorones, porque la cuestión había llegado, y en ese momento habían otras preocupaciones. Como qué iba a pasar con nuestra amistad, por ejemplo.

Nueva York es otra historia. Y lo que pasó entre esta situación clave en Osorno y entre que llegó la Lucía también da harto de qué hablar, pero será para otro momento. Grande Ramón!

miércoles, 5 de agosto de 2015

Sierra con el Ramón

Cuando ya los tres éramos amigos inseparables decidimos ampliar nuestros recorridos de alpinismo. Nuestras aventuras habían sido bien intensas hasta el momento y de altas exigencias, empecé en primer año de U, cuando unos cabros nuevos del barrio allá por Solovera los pillé hablando del asunto e hicimos buenas migas. Subimos algunas veces hasta la cuesta Mallarauco y recorrimos los pseudo-senderos de la cumbre y me quedó gustando el asunto.

Después conocí al Ra que era experto en esta cuestión, pero hacía rutas un poco más exigentes. Así que empecé con los cabros de la Solovera a buscar nuevos desafíos. Con ellos subí el Provincia, recorrí el Cordón de los Españoles pasando por los cerros Conchalí y el Carpa. Incluso hicimos el Arqueado de Barrera. En otra ocasión subimos el Piuquenes por La Dehesa y ahí empecé a exigirme un poco más. Nos distanciamos un poco con los cabros del barrio, porque a ellos les gustaba caminar, pero no eran de acampar y hacer caminos de varios días.

Y con el Ramón empezó la travesía, escalamos juntos el Plomo y también recorrimos gran parte de Yerba Loca hacia el glaciar La Paloma y algunas otras rutas de trekking liviano.

Por su parte, la Domi se conocía el Chena al revés y al derecho, había sido parte de su vida desde su infancia, de manera que numerosas veces lo había subido por las distintas rutas que el majestuoso cerro ofrece. Además, también había subido el cerro Manquehue un par de veces. Hasta ahora no conozco este cerro, y me arrepiento un poco, porque es otro cerro que casi todo Santiaguino conoce, pero irónicamente, pocos saben cuál es y casi nadie conoce su nombre. Así llegó la gran idea de mi amigazo Ramón.

Ya habíamos subido el Plomo y de la Sierra conocíamos un poco de la quebrada de Macul y el Provincia. Pero esto era grande, al Ra se le ocurrió cruzar toda la Sierra de Ramón, desde el Provincia cruzando los cerros Tambor, de Ramón, Punta de Damas, bajando por el Minillas y llegando a los inicios del Cajón del Maipo cerca de las Vizcachas.

Corría el mes de Diciembre y los tres ya estabamos exentos de deberes académicos, haciendo ideal la excursión sabiendo que además de la libertad, había dejando caerse una de esas lluvias veraniegas 2 días antes del inicio de la excursión, por lo que contaríamos con agua durante el camino.

Lo que me emocionaba de este viaje -y también la razón por la que el Ramón nos convenció a mí y a la Domi- es que la Sierra de Ramón es un lugar que todo Santiaguino conoce, su majestuosa altura trasciende a cualquier discriminación que tanto existe en esta ciudad. Todo Santiaguino conoce esta Sierra viva donde viva, su nieve deleita a sus ciudadanos en los meses de invierno cuando toman desayuno. Los ricos viviendo a sus faldas y el resto de nosotros mirándola desde lejos, pero completa. Poder recorrer sus senderos y cumbres de seguro que iba a ser una experiencia muy bonita.

Estaba decidido, partiríamos un jueves y volveríamos un sábado. La vieja de la Domi nos iría a dejar al puente Ñilhue y nos iría a buscar a Las Vizcachas.

Esta fue una de las tantas veces que seguí el Mapocho hacia su cara oriente. El viaje empezó siendo bonito desde el principio. La suegra hablaba de cómo era Santiago antes y a mi me gustaba escuchar las historias. Mientras avanzábamos todos veíamos el cambio del color de sus aguas, que en El Monte son color "neutro", en Santiago son de color café, y camino a La Ermita son de color turquesa. Con el Mapocho y sus aguas de color paraíso empezaba nuestro viaje.

Corrían las 7.20 de la mañana y estábamos en el puente Ñilhue dispuestos a empezar nuestra aventura. Los tres agradecimos a la mamá de la Domi y le deseamos un buen día en el trabajo.

Enfilamos el rumbo teniendo como meta llegar a la cumbre del Provincia entre las 3 y 4 de la tarde. Y siendo tan temprano teníamos mucho tiempo por delante, así que camino a la cumbre salieron de los más variados temas: sudor, dificultad de la subida, sed, calor, infancia, chistes, entre otros. El camino se hizo bastante agradable, porque íbamos más bien calmados y a ritmo regular de acuerdo al camino.

Naturalmente, yo era el más cansado de los tres, pero no porque me faltaran ganas. Simone dice que el hombre tiende a querer poseer, violar las cosas, y que en ese sentido hace de la mujer un objeto. De la misma manera que el hombre posee a una mujer, cuando el hombre alcanza una cumbre de un cerro, posee la montaña, o a fierro pelao', la viola.

Francamente, encontré por mucho tiempo que la vieja estaba equivocada cuando escribía estos textos, pero escalando la sierra hacia el Provincia me cambió la visión de lo que ella decía, nosotros íbamos con la ambición de cruzar la Sierra no sólo porque creíamos que era una posibilidad majestuosa que la cordillera nos brindaba, sino que también porque queríamos mirar el entreríos del Maipo y el Mapocho desde arriba, desde los lugares que de nuestras casas se ven a lo lejos (y bien a lo lejos, por la chucha). Metafóricamente, queríamos violar a Santiago admirándola desde la cumbre más alta que la ciudad ofrece para mirar, queríamos ser su monarquía, estar en el olimpo, en el lugar donde el poderoso debe estar y donde el indefenso debe subyugarse.

Más aún, si miramos la aventura fríamente, nos damos cuenta que esta aventura no es más que un pasatiempo de niñitos universitarios estresadamente aburridos. De pensar un poco en esta cuestión me dio un poco de vergüenza estar escalando el cerro. Sólo por estar aburridos, sólo porque podíamos, sólo por querer violar la sierra, sólo por querer mirar a todo Santiago desde arriba.

Irónicamente, la Domi discrepó de la idea y calificó a la vieja de loca, o algo así, pero me dijo que iba a leer el libro. El Ramón, por su parte, reafirmó un poco lo que yo pensaba.

Íbamos en esa conversación cuando llegamos a la cumbre del famoso Provincia. Desde ahí se veían majestuosos los cerros Del Medio, Alvarado, Manquehue, Calán, Apoquindo y quizás se me escapa alguno. Realmente es sublime la vista desde ese lugar. Se ve fundamentalmente la parte noreste de la capital, pero la vista es impagable.

En la tarde nos dedicamos a cocinar algo y a armar el campamento. Era tarde para poder seguir, porque el paso calmado de ascenso hizo que llegáramos un poco más tarde de lo pensado. Yo había estado en algunos lugares notables para relajarse y observar las cosas, pero ninguno tan especialmente bello como éste. Y lo mejor era que aun quedaba mucho más recorrido, porque sólo llevábamos cerca de un cuarto de la sierra, aquí soltamos la lengua y conversamos de algunas cosas profundas, como se hace en todo viaje.

De todas maneras, el pensamiento y la discusión con mis compañeros de viaje me había dejado medio mal. No por el tono, sino que por la significancia de lo que estábamos haciendo.

Al otro día fui sorpresivamente el primero en despertarme. Noté que era aún de noche y el reloj me marcaba un par de minutos antes de las 8 de la mañana. Me vestí rápidamente y salí a hervir agua y prepararme para ver el amanecer al otro lado de la cordillera. El ruido que hice, supongo, despertó al Ra, que me fue a acompañar en un espectáculo poco común para muchos.

Despertamos a la Domi, tomamos desayuno y partimos cerca de las 9 rumbo a la cumbre más alta: El Cerro de Ramón. En el camino seguimos dándole vuelta a la cuestión de ser unos cabritos estresados y etcétera.

La llegada al Morro del Tambor fue casi una sorpresa, el tiempo se me pasó volando, mayormente porque el camino es bastante cómodo, aunque corría un poco de viento. La conversa en este tramo fue silenciosa justamente porque corría el viento.

Aun así, la caminata fue muy agradable, el silencio es cómodo cuando hay algo que lo apacigua. De igual modo que el río puede emitir calma cuando el ánimo lo permite, el viento cordillerano puede hacer lo mismo con el viaje. En este momento que es de los mejores para la reflexión fue cuando dejé de sentir compasión por mí mismo: el ser humano necesita ocio y espacios para la distracción. Algunos van al parque, algunos van a la playa, algunos se toman chelas en el bella, algunos suben el San Cristóbal en bicicleta, algunos cruzan el Salar de Uyuni, y otros como nosotros cruzamos la Sierra de Ramón. Qué de malo puede haber en eso? Es condenable querer cruzar una sierra y querer admirar la mezcla naturaleza-hombre entre Santiago y sus cerros?

Es condenable querer ir a la altura y admirar el paisaje montañoso?

Eran como las doce y cuarto y estábamos en la cima del Tambor. Transmití mis reflexiones a mis compañeros montañistas y la Domi dió en el clavo: el asunto de la violación (en el sentido que en este texto he expuesto) no es del hombre, sino que del ser humano, todo aquello de lo que De Beauvoir habla no le es inherente al hombre. Probablemente es un hecho histórico que los hombres han sido así con la superioridad en general: el superior posee al inferior. Nosotros desde la montaña poseemos la ciudad de Santiago y su imponente Sierra. Empero, entre nosotros hay también una mujer, ella también está con nosotros, ella también está violando la montaña, ella también se hace dueña de todo lo que nosotros poseemos. No son sólo los hombres los que poseen a las mujeres en el acto sexual, sino que también es a la inversa. O al menos así debería ser.

Derretimos un poco de nieve para el camino al Ramón. La vista era buena, pero no excelente como en el Provincia, así que no nos quedamos mucho rato. Nos fumamos unos cigarros mirando el paisaje, después nos comimos unos pancitos y partimos rumbo al Ramón apertrechados de agua para el camino.

Hacia el Ramón el camino nos perdonó un poquito más, sin mucho viento y una temperatura agradable para la altura a la que estábamos, así que nos fuimos echando la talla y felices caminando por la "meseta" que hay en el tramo. Es raro en este tramo mirar hacia el sur y ver "el patio trasero" de Santiago, con su cordillera aún más imponente que lo que la Sierra ofrece a la ciudad.

Desde el Ramón la vista es francamente sobrecogedora, la disminución de esmog durante el verano hace la vista un poco mejor de lo que -supongo- sería en invierno sin lluvias. Alcanzamos a ver el cerro la Cruz desde donde estábamos, pero decidimos no ir, porque estábamos un poco atrasados debido al viento camino al Tambor.

En la cima les saqué una foto a la Domi con el Ramón. Es uno de los recuerdos más bonitos que tengo de esta famosa sierra, estábamos felices y llenos de energía, éramos jóvenes y teníamos toda la vida por delante. Un día el papá de la Domi nos contó que leyó un libro de un viejo que no recuerdo (Neruda, quizás?) que decía que si tuviera que cambiar algo de su vida, definitivamente haría más cosas por su vida y agotaría su juventud. Pues bien, nosotros estábamos construyendo nuestras vidas de modo que no tuviésemos este tipo de arrepentimientos, gastando nuestras energías, buscando nuevos rumbos y tratando de deleitar nuestros ojos con lo que Santiago nos ofrecía.

La Domi en esta foto sale muy bonita, la normal forma cóncava hacia abajo de su boca no se nota, el viento le echa su pelo relativamente largo hacia atrás y sonríe mientras abraza a mi mejor amigo que extrañamente también toma una buena foto, se le ve contento y feliz por estar ahí con nosotros.

Seguimos después camino al Punta de Damas. Este camino es como las huevas, lleno de rocas y con peligro de caidas debido a las pendientes que el filo forma. No hubo mucho tiempo para conversar ni reflexionar, pues naturalmente la conciencia la tienes puesta en no sacarte la mierda y salir vivo de ese lugar. Mientras avanzábamos por el implacable camino el sol se iba acercando al oeste y formó una imagen maravillosa: El antecrepúsculo era ineluctable y el cielo lo anunciaba con su color rojo tendiendo a rosado. Tampoco es que hubiese mucho tiempo para admirar el asunto, porque había que llegar rápido al Punta de Damas para armar el campamento, así que seguimos, con el Ramón marcando el sendero, la Domi en medio y yo atrás.

Armamos el campamento, ya cansados de tanto caminar y nos dedicamos a conversar de temas académicos, a enseñar y aprender de Derecho y Medicina, y a proyectarnos como futuros profesionales. Al Ramón le gustaba el derecho penal, a mí el derecho laboral y a la Domi la endocrinología. Extraño tema para conversar en la noche cordillerana, pero así fue. Nos tomamos cada uno una lata de cerveza, nos fumamos un par de cigarros y nos fuimos a dormir.

Al otro día nos levantamos bien temprano casi los tres al mismo tiempo y aún de noche para iniciar lo que sería el día más largo de esta travesía. Desayunamos un par de pancitos y partimos camino al Minillas.

Iniciamos la caminata por un pseudo-sendero bien generoso comparado con el último tramo del día anterior sin saber que nos esperaba un día de melancolía y/o nostalgia extrema. Todo empezó al ver el amanecer camino a la última cumbre de esta expedición.

Corrían cuatro años desde que yo y el Ra entramos a estudiar derecho en la pontificia y cinco desde que la Domi entró a estudiar medicina en la casa de bello. Para armar un poco de contexto iré contando la historia de cada uno según tengo recuerdos de sus palabras e historias.

La Domi siempre ha sido una persona más bien extrovertida. De esas personas a las que a nadie puede caerle mal, de esas que no son el alma de la fiesta, pero deben estar, que son queridas. Hasta estos días todavía se junta con sus eternas amigas del colegio, con sus amigas médicas y aquellos que ha ido conociendo a lo largo de su vida. En el colegio siempre le fue bien, asunto que finalmente me atrajo de ella.

Sus días del colegio fueron bastante normales si se les compara con los míos. Es la misma historia vieja de los que estudian metódicamente para obtener logros académicos, recordaba ella sus días de tercero medio resolviendo ecuaciones cuadráticas y haciendo ejercicios de optimización por horas en el colegio mientras conversaba con cualquier compañero que estuviera cerca de la vida, o de lo que fuera. El tema no era tan difícil en ese entonces.

Al entrar a la U, en cambio, el asunto se pone cuesta arriba. El estudio requiere más tiempo de lo que exige un colegio, los temas pueden ser complicados y quizás requieren varias lecturas para poder digerir lo que las cosas significan. Existen ramos cortacabezas que te pueden llegar a dejar en un estado depresivo con facilidad y aprobarlos significa un alivio tremendo, atrás quedan los días en que se podía hacer deporte libremente, los días en que podías estudiar mientras hablabas con tus compañeros, los días en que la vida era fácil.

Ya habiendo pasado la mayoría de la carrera, sólo con un par de ramos y el internado por delante, la Domi había salido de los potenciales días de estrés de la universidad, estaba conmigo y ya el asunto académico era más cuesta abajo de lo que era cuesta arriba, y pasar por toda esa vorágine y llegar hasta este punto, donde podíamos ser libres y no tener mucho que perder por estar aquí era un logro. El arte de recordar depende mucho del estado anímico y de el entorno que te rodea. El estar cuesta abajo por sobre santiago supongo que la volvió romántica, o algo así, y la hizo acordarse de todo lo que ha pasado.

El Ramón, en cambio, era ese (no) estereotipo de persona que pocos hemos tenido la bendición de conocer. Es de esos que a los de afuera les parece que no les cuesta nada en la vida. Al contrario de la Domi, el Ra poco tiene de metódico y su proceso de estudio es más bien errático, aunque intenso.

Muchos proyectan sus dificultades y modo de vida sobre otros, pero pocas veces la gente se equivoca cuando dice que todos estamos cagados al menos en un aspecto de nuestras vidas. Si bien el Ramón es uno de los sujetos más impresionantemente inteligentes que conozco, durante este trayecto casi se desmorona. La búsqueda del amor es difícil para la mayoría, y mi amigo no es la excepción. Las cosas no son fáciles para los feos en los años de amores tempranos, y este es un asunto que puede llegar a traumar a cualquiera, porque todos llegamos a esta etapa en las (casi) mismas condiciones y en general con ninguna o pocas trabas en la mochila. Es el proceso de transformación de niño a hombre (también de niña-mujer) el que te puede aniquilar, el que te hace pensarte como un pelotudo, un incapaz, y cuántas otras cosas más.

Y la verdad es que el Ra era, aun con su escudo de persona antipática, una de las mejores personas que he conocido, porque los escudos finalmente cumplen la función de proteger de lo que hay atrás (que suele ser algo frágil). Camino abajo al Minillas nos contó la historia suya en el colegio, y no quiero, por respeto, contarla acá, pero quiero decir que me es difícil de entender, porque yo no sufro (ni sufrí) lo que él. Aunque eso es probablemente lo que explica su forma de ser.

Pero no olvidemos que el Ra finalmente conoció a la Lucía, una mujer que lo quiere más que la cresta, que lo siguió hasta el otro hemisferio del planeta.

Por último, con respecto a mí las cosas siempre fueron relativamente fáciles. No tenía muchos amigos del alma, pero no me faltaba la gente con quién conversar en el colegio. Mi sociabilidad siempre se vio mermada por el hecho de vivir en Talagante, de manera que pasaba gran tiempo de mis días viajando solo. Si no hubiese dedicado tanto tiempo diario a pensar no creo siquiera que habría entrado a la carrera, pero lo hice. El resto ustedes lo saben, la Sofía, la correspondencia, la sangre fría, el río, seguir viajando, el tren, la playa, el Plomo, etcétera.

Mi nostalgia en general es por la libertad de ir en el colegio. De la estabilidad que daba a mi vida, de lo difícil que era la U comparada con la época pingüina, de no sé. De mirar Santiago, de mirar el Maipo y sentir que me alejaba del Mapocho, de mirar a la Domi y al Ra y saber que los dos eran mis amigos del alma, que podíamos compartir momentos tan preciosos como el que vivíamos en el momento.

Al llegar al Minillas nos pusimos a llorar, pero estábamos felices, por tenernos en nuestras vidas, o qué se yo, la cosa terminó pareciendo final de teleserie con todos llorando. Miramos la zona sur de Santiago y nos emocionamos con las parcelas y fundos y divisiones de la tierra que se ven.

Seguimos más anímicamente calmados rumbo a la Hacienda el Peñón contando chistes gran parte del camino y agarrándonos pal hueveo, contando historias de patio de universidad y de barrio. Nos llegó el mediodía y tomamos un par de sopas que traíamos.

Finalmente seguimos por el tupido camino que nos lleva hacia la hacienda el peñón, aquí le sacamos algunas fotos a las aves del lugar. El camino fue más bien silencioso. La aventura llegaba a su final y estábamos cansados. Bueno, yo, al menos, porque no creo que la Domi y el Ra lo hayan estado tanto.

Llegamos a Las Vizcachas a eso de las 7 de la tarde de un Domingo. Llamamos a la mamá de la Domi y al poco tiempo llegó, nos invitó a tomar once en Las Vertientes, donde unos viejos que conocía, tomamos chocolate caliente y comimos kuchen, para reponer un poco el cansancio.

Después mi suegra nos llevó a mi casa por un camino bastante interesante. Nos fuimos por todo el Maipo, es decir, desde el Cajón del Maipo en dirección a Pirque-Alto Jahuel, de ahí a Buin en dirección a Maipo-Viluco, Cruzamos por Lonquén hacia Carampangue, pasamos Santa Ana de Trelbuco y finalmente nos llegamos al Mapocho en Talagante, para terminar en mi casa, allá en Solovera.

La mamá de la Domi siempre ha sido buena para hablar, y nos contaba de cómo era el sector de Buin-Maipo-Viluco antaño, y de la atrocidad de los hornos en Lonquén, del tren ahí en Carampangue y de que su mejor amiga de la vida vive ahí en Santa Ana de Trelbuco, y que iban a la playa, y tanto más que da para otra historia, porque esta me quedó larga.

Cuando llegamos a mi casa mis viejos nos recibieron bien, al otro día íbamos a ir a revelar las fotos. Después jugamos a las cartas por horas conversando de lo que el viaje significó, y de lo que había, y de que Santiago aquí y allá, etcétera.

Del Mapocho me crucé al Maipo, pero terminé volviendo al río que me ha visto desde chico y sin mentiras, el Mapocho.

sábado, 25 de julio de 2015

Divagando

La Sofía ya venía pasando a ser un capítulo anterior cuando me vino la necesidad de replantearme, de pensar en quién era yo, qué esperaba y para dónde iba con mi vida. Es en este período cuando empiezo a darme cuenta que el río siempre iba a formar parte de mí, parte de mi personalidad.

Siempre me ha parecido mágico el río, probablemente porque vivía cerca, así que siempre estaba escuchando su sonido. Es francamente increíble como ese ruido se adecúa al estado anímico de la persona que lo escucha. Si estás triste el río emite el sonido más lúgubre que jamás se pueda escuchar, Si estás alegre, el río te acompaña, es tu amigo, es la alegría. Si buscas silencio ni la cueva más recóndita se le compara al silencio que proporciona el río.

Así pasé mucho tiempo pensando en que el amor era complicado, esuché millones de historias entre mis compañeros de la U, me acordaba de la Sofía y, sobre todo, de esa cuando me llamó borracha. Por la chucha, que me dolió esa mierda. Por qué yo estaba hasta el carajo y ella no?

En fin, entre tanta meditación y tránsito entre Talagante y El Paico desde casi cualquier forma terrestre o anfibia (no alcancé a nadar, porque, bueno, no alcanza el nivel del río) empecé a replantearme el tema amoroso.

Lo primero era saber quién era yo mismo, y de lo tergiversado que puede llegar a ser, escribo el recuerdo de mis conclusiones.

Yo era un cabro bueno para levantarme temprano, desayunar y ducharme con calma en la mañana, amaba la lluvia y no me molestaba el frío del invierno. Me gustaban las bufandas, los gorros y los abrigos. En invierno me dedicaba la mayor parte de mi tiempo en tránsito desde mi vivienda hasta la capital en mirar los atuendos de la gente por la calle.

Por otro lado, no tenía mucha dificultad en conocer gente, pero tampoco facilidad, porque pasaba gran parte de mi tiempo solo viajando, o escuchando el río, o caminando por él, así que tenía bastante tiempo para pensar. Quizás era un muchacho racional, quizás no. Esta parte no la tengo muy clara, porque a pesar de que gastaba mucha parte de mi tiempo en pensar cosas, el contexto cambia cuando te enfrentas de verdad a las cosas sobre las que piensas. Así que era racional la mayor parte del tiempo. Por eso fue que lo de la Sofía me marcó y me destrozó en cierto modo. Yo casi pensaba lo mismo, pero mis emociones me traicionaron.

Después, tenía que saber qué buscaba yo del amor, qué quería, cómo imaginaba que iba a terminar.

Antes de empezar todo esto quiero enfatizar que yo era el cabro más platónico que pueda recordar. Todo el día imaginando cosas, pensando cómo iba a ser mi vida, pensando todo el tiempo, sin jamás mover siquiera una célula mía para que las cosas que yo quería pasaran.

Si me hubieran preguntado por mis expectativas, ellas eran casi inexistentes. Yo casi esperaba que la obligación de ver a alguien todos los días en la U o en el colegio me llevara a una relación inesperada con alguna desventurada a la que le llamara la atención. El asunto con la Sofía había sido parecido, fue ella la que me buscaba, la que generó mi primera movida. Sin esfuerzo llegué a esa relación, que no olvidemos que devino en infelicidad.

Y así esperé en vano en la U conocer a alguien. Pero la cuestión siempre es diferente a lo que uno piensa. La compañera de mis sueños nunca llegó, no hubo romance, no existió persecución de felicidad, no llegó la mujer fuerte y estudiosa que yo quería conocer. La realidad me aterrizó de una manera que inefable sería poco decir.

Si me hubieran preguntado por lo etéreo y efímero, hubiese preferido una morena alta con nombre español que supiera el valor del trabajo, que supiera lo que cuesta ganarse un poroto. Hubiese preferido saltarme el principio, y llegar al final, tener una relación rutinaria donde no me costara nada, donde no hubiese tenido la necesidad de gastar energía.

En esa parada estaba cuando partí en dirección al litoral buscando encontrarme conmigo mismo, cuando renuncié a toda la cantinela que acabo de describir. Decidí que toda esa basura no lleva a nada, y me la jugué, y quise hacer algo de mi mismo.

Lo que siguió fue una de las épocas más intensamente aterrorizantes que he vivido, y sospecho que para la Domi también lo fue, porque le notaba su voz temblorosa las primeras veces que hablábamos por teléfono, pero con el riesgo gigante que tomé, también vino un gran premio.

Después de eso paseamos los dos juntos por el Mapocho, y a veces también por el Maipo, que queda un poco más cerca de su casa. Y el río nos acompaña siempre. Tomando decisiones y pensando lo que la vida nos depara.

domingo, 19 de julio de 2015

430

Se ve el crepúsculo, el maldito ocaso. Hace más frío que la reconchetumadre y estoy metido en ese tete que es avanzar por la ciudad en una micro en hora punta de un día de semana por Barnechea.

Llegué a esta situación por tener que ir a huevear a La Dehesa a una clínica porque tenía la rodilla mala. No es difícil entender y saber que la vuelta desde ese lugar hasta un punto más o menos cercano al centro es un culo. Demasiadas combinaciones, demasiado tiempo, demasiado caminar, demasiado frío, demasiada humedad, demasiadas hojas caídas de árboles lindantes con el camino, o cualquier (mejor) excusa que estoy seguro que ustedes se las arreglarán para inventar hacen que la vuelta sea tortuosa. Así que decido ver si tengo suerte y que una 426 me lleve directo al centro de vuelta.

No tuve suerte.

Como era hora punta, había cerca de 10 micros esperando su horario de salida, y como ya había tomado la famosa 426 por llegar hasta ahí me vi en la obligación de abordar cualquier otra cosa que pasara por ahí. Mi error de cálculo además me llevaba a pagar un pasaje más.

Mala onda.

El lugar lo recuerdo bien, había pasado cerca de ahí con mi amigo Pipe un día que subimos hasta San Carlos y volvimos por Barnechea viéndonos obligados a pasar por el Pueblito de Barnechea. Este recorrido partía casi al final del pueblo. En el límite de las casas de gente normal con las casas de gente, bueno, anormal.

Abordo finalmente esta línea por primera vez para aventurarme en la batalla por llegar a mi casa. La micro cada vez se llena más, hasta que llegamos al cruce del río Mapocho cerca de Cantagallo, en el límite comunal con Las Condes, y recuerdo un momento en que pensé (probablemente sólo para mí) que la situación era sublime: Después del Río (hacia las Condes) hay una pequeña subida, con el ineluctable ocaso y la próxima venida de la noche veo una micro bajar hacia el otro lado, con sus luces interiores a medio encender y el infaltable letrero que ilumina todo "426 LA DEHESA". Iba llena, como si fuera el último bus que por ese día va a pasar por ahí, me acordé de una entrada que escribí hace ya algún tiempo sobre el fenómeno de las micros en las noches y calles vacías o poco transitadas.

Después de esa pseudo epifanía que tuve dejé de patear la perra por tener que pagar otro pasaje y decidí disfrutar del viaje por la ciudad en vez de amurrarme por $210.

Para los que no saben. La 430 va en dirección a Quilicura dando opción a la gente de esta comuna llegar rápidamente a los sectores de oriente profundo (cota 800-900) en Santiago, por lo que para hacer esto (rápidamente) se ve en la "obligación" del Túnel San Cristóbal. Y como tenía ganas de viajar, pero no tanto tiempo, decidí bajarme en el Metro Alcántara y decidir mi viaje desde ahí.

Aproveché de cargar la tarjeta bip y observar un poco la ropa de las minas (en general puras viejas) que pasaban por ahí hasta que decidí hacer el viejo eje Los Leones - Macul - Grecia - Matta.

En el eje Grecia-Matta siempre han circulado buenas minas, no sé por qué.

viernes, 10 de julio de 2015

Una semana significativa

Hablo de este semestre culeado que te dan para estudiar para el grado.

Recuerdo esta semana no sé si con especial cariño u odio, pero más que por esas dos cosas, por lo significativa que fue para mí. Ya íbamos por el final de Junio, el Ramón se había ido. La Domi tenía un turno de mierda en el Hospital. De 4 a 2 (de la mañana) o algo así. Mi horario de sueño estaba -naturalmente- desfasado, así que la iba a dejar al hospital a regañadientes y con una pinta que no quiero ni recordar.

Por supuesto, en este semestre se estudia más que nunca, pero no puedo sostener que el estudio es constante y con frecuencia fija sin empezar a sonar cínico. Todos lo que han pasado por algún proceso parecido lo saben, sobre todo mis colegas de la Chile, que además del grado tienen que hacer su tesis.

En fin, íbamos en la última semana de Junio y había estudiado poco. Me pasaba el día entre ver películas, comer sandwiches, escuchar música "espacial" o algo así. Con la Domi estábamos en el punto en el que las cosas empiezan a empeorar y vienen las pintadas de monos, ese tipo de hueás. El Domingo anterior a esa semana había retomado el estudio. Partí con Procesal, porque lo pasé, pero apenas, y no me acordaba de niuna huevá.

En fin, el partir siempre es la parte más difícil, y cuando estás en medio de la cuestión si tienes tiempo se vuelve re fácil, e intenso al mismo tiempo, de manera que también te sientes super cansado. Y al final lo único que te salva es una chelita.

Siguió la semana, yo estaba en la trancisión de Procesal y Penal, haciendo un poco el juego entre las dos cosas, para avanzar más rápido. Arreglé mi desfase horario, dejé de comer como las huevas y partía todos los días a la biblioteca a estudiar bien temprano, de manera que no pude ir ningún día a dejar (ni a buscar) a la Domi.

Menos mal que no tenía problemas en andar sola por la calle.

Así y todo, las cosas siguieron empeorando, porque pasamos de la fase de "no haces niuna hueá, flojo culiao" a "ya no tienes tiempo para mí porque pasas puro estudiando". Por supuesto, todos sabemos que esta hueá deviene ineluctablemente en "te farreaste todo el semestre (año) y ahora andas todo apurado haciendo lo que no hiciste antes".

Así que ese jueves me puse a pensar en qué era yo en la media, o cuando entré a la U. Pensé en mis sueños, en mis ambiciones y me di cuenta que no quería este tipo de vida. Yo a esta altura iba a ser un tipo más bien metódico, sin problemas con la Universidad y con tiempo para todo. Nunca me imaginé siendo brujeado de la manera en la que estaba en ese tiempo, nunca me imaginé que iba a estar hasta el cogote de asustado con un examen que mataba y mató a muchos a su paso.

El viernes anduve bien esquivo, porque quería pensar en las cosas, y el estudio me servía de distracción. No sé si en alguna época de mi vida habré estado tan concentrado como en ese momento, no me costaba enfocarme, no había absolutamente nada que me pudiera perturbar mientras pensaba o estudiaba. Era como si súbitamente todo lo pudiera entender, me sentía como el Ra, como si el examen fuera una estupidez, la prueba más fácil del mundo ante mí.

El sábado contrapuse las cosas, llamé a mis viejos para contarles mi dilema actual: lo típico, expectativas versus realidad. Me explicaron algunas cosas, pero no me hicieron caer la teja, así que me despedí y seguí pensando.

Cerca de la 1 de la mañana salí a caminar para despejar la mente del estudio y de la Domi. Veía pasar las micros en la noche con la gente "contenta", hasta que en un momento pasó una con un viejo mirándo al vacío por la ventana, y me acordé de mi viaje, de las dudas, de cómo estaba, y caché que toda esta pelea era necesaria e innecesaria a la vez. Me acordé de cómo yo miraba al vacío en el tren, me acordé de su cara de tristeza que tanto me gusta, y partí a buscarla al Jota.

Nos fuimos caminando. Desde ese momento supe que ya era abogado, y que el examen iba a ser un mero trámite. No lo fue, pero la confianza que me dió ese paseo era justo lo que necesitaba para sacarme tanto estrés de encima, y de mi polola también.

lunes, 8 de junio de 2015

Noche

Comienza a entrar la noche. Mañana tengo examen de Procesal. Para ser franco, estoy tranquilo y no me molesta adentrarme en el monstruo nocturno. Ya he pasado noches ocupado  y muchas muchas no tan ocupado con asuntos académicos. Estoy acostumbrado, así que no tengo miedo.

Los apuntes avanzan a una velocidad promedio, no tengo muchas ganas de seguir leyendo. De todas maneras, me ha ido bien en el ramo y tengo confianza, porque sé la materia, así que no estoy urgido por seguir leyendo.

Entre lecturas y lecturas ya son las 1 AM, el café me acompaña y mi boca huele como la mierda, me tomo un pequeño descanso, bajo con la idea de ir al "Gardelito" a comprar una empanada y algunas papas fritas para matar el hambre y la ansiedad. En el descenso compruebo que no hacía tanto frío como yo pensaba, pero está lloviendo, así que me veo obligado a subir a buscar un paraguas.

Es Julio, y ha llovido bastante en el último tiempo. Fenómeno sublime, pienso, pero esta lluvia de hoy parece que da para mucho rato, Carmen ya es un río y me cuesta cruzar la calle, al dar el salto para cruzar el mini río que se formó piso mal y quedo con los zapatos mojados.

No hago otra cosa que gritar "Conchetumadre" en voz baja. No importa, porque de cualquier manera no hay gente en la calle, después de todo nadie sale a pasear bajo la lluvia un martes de Julio en Santiago. Sobre todo cuando llueve a cántaros, como hoy.

A Don Pedro le compro lo pensado y una pequeña petaca de pisco barato, para matar el frío y quizás alguna otra cosa que me pase.

Cuando llego a la casa me saco los zapatos y calcetines mojados para pasar a dejar el paraguas. Por la cresta que están mal diseñadas las casas en esta ciudad para la lluvia. No se puede entrar a una casa sin tener que dejar todo mojado.

En fin, el estudio sigue. La frase "Normas Procesales" se apodera de mi cabeza, tanto así que las palabras empiezan a sonar raro de tanto repetirlas. Cerca de las 2:30 me llega un mensaje del Diego, que me pregunta si estoy estudiando. Le respondo que sí, pero que no tengo idea de nada. No tengo ganas de explicar nada por Messenger, de todas maneras le propongo que nos juntemos a las 7:30 en mi casa para repasar todo.

Sigo leyendo y leyendo, ya la velocidad de lectura es muy inferior al promedio. Me siento cansado y sin ganas de mucho. Estoy solo, como muchas veces he estado. Por alguna razón prefiero la soledad, no quiero abandonarla, porque así me siento sin miedo, o qué se yo. No entiendo por qué prefiero estar así que de otra forma.

Son las 4:50. El sueño me mata, afuera sigue lloviendo incesantemente. Voy a tomar una ducha, para ver si se me pasa.

No se me pasó el sueño, así que decido preparar un mate mientras sigo leyendo y leyendo, parece que estoy de vuelta. Ahora leo más rapido, pero no por eso aprehendo lo que leo. De todas maneras, ya lo sabía.

Ya empieza a amanecer y llega el Diego con cara de poto, parecida a la que debo tener, pero no quiero ir a mirarme en el espejo.

Mientras estudiamos me doy cuenta que estamos listos para pasar el ramo. Así que nos dirigimos a la panadería en Lira para comprar desayuno. Buenos panes con mortadela y aún más té.

A las 9:40 partimos a la facultad. El cielo está negro y sigue lloviendo a cántaros, mis zapatos todavía están húmedos. Maldita sea.

El examen es oral y dura cerca de 20 minutos. Al Diego le toca justo después que yo. Aquí voy. Hurtado me tiene buenas, así que estoy de suerte.

Salgo confiado y el Diego parece que se va a quebrar de los nervios.

-Tranquilo, huevón. Estai listo pa pasar.
-Sí, sí.

[......]

Finalmente, ambos pasamos el ramo.

----

Este es un extracto de un cuaderno que me regaló el Ramón. Por la cresta que estaba nervioso cuando dí ese examen.

martes, 19 de mayo de 2015

Olvidando a la Sofía en Isla de Maipo

Esta es una historia de colegio.

Con la Sofía pololeamos cerca de un año y medio. Los dos éramos mojigatos y hogareños, la época la recuerdo como si hubiese sido viejo, y en retrospectiva siento que no tenía energías, que estaba cansado todo el tiempo. Que no había nada que hacer, que los paseos a la Plaza o al río ya eran demasiado. Incluso ver el mítico tren era algo que me desgastaba.

La historia empezó en Segundo Medio, con el típico momento en el que te armas de valor, que te da miedo y tiritas y le dices finalmente: Oye, me gustas. Y por supuesto, ella te corresponde, y te sientes feliz, y la besas, y todo está bien en el universo.

Como describía antes, no hacíamos mucho. Yo vivía en Talagante, ella vivía en El Monte, estudiábamos en un colegio que ya no existe cerca de Agustinas con Brasil. Highland School o algo así creo que se llamaba. Por esos años estaba de moda ofender al Español cuando de poner nombres a escuelas se trata. Cosa de darse una vuelta por Avenida La Florida para confirmar lo que digo.

Y es que ni desde Talagante ni desde El Monte era muy agradable viajar a Santiago todos los días. El taco en Vicuña, después el taco en Pedro Aguirre Cerda para finalmente llegar al taco en el centro. Era horrible, y lo siguió siendo después cuando entré a la U.

Con la Sofía paseábamos de la Mano por el Barrio Brasil y el Yungay después de la escuela, y en los findes a veces nos juntabamos en mi casa o en la suya. Pero lo cierto es que siempre estábamos en la casa, y salíamos poco, y en realidad siento que no hacíamos nada, que todo era el amor, qué se yo. No me puedo mirar objetivamente en retrospectiva, porque he cambiado mucho desde aquellos tiempos.

Para contar la verdad, peleábamos poco y la relación parecía que era perfecta: cuando yo quería juntarme con mis amigos a jugar N64, Super Nintendo, o ir a jugar DDR a las maquinitas ella me dejaba que fuera sin poner problemas, y lo mismo hacía yo cuando ella salía con sus amigas a hacer quizás qué. Siempre me imaginé que se juntaban a maquillarse y a pelar, pero no sé. Sus amigas ni siquiera me caían mal, pero tampoco ansiaba conocerlas, porque por la cresta, cuando uno tiene esa edad, quién ansía conocer a las amigas de su polola?

O acaso ya estaba cagado desde entonces?

Un día me llamó a la casa y me dijo que fueramos al río a El Monte, la conversación fue muy breve, yo acepté. Nos juntamos en el puente y yo ya la veía que tenía mala cara, que venía mal, que estaba seria, que venía decidida. Lo que no sabía era lo que había decidido.

Y sin chistar, yo mirando el río y ella con mis manos entre las suyas me dijo que se acabó, que ya no quería que siguieramos, porque no había diversión entre nosotros, que no salíamos juntos a ninguna parte, que no conocíamos a gente en común, que éramos demasiado iguales para estar juntos, que me deseaba lo mejor, que le dolía tener que hacer lo que hizo, pero que ya había tomado la decisión.

Eran las 16:15, o algo así, de una tarde de Noviembre. Yo me quedé mudo y ella se fue casi de inmediato, como si supiera de antemano que yo no iba a responder, que me iba a quedar mudo. Me quedé mirando el río hasta las 8 de la tarde y me fui caminando a mi casa. Llegué tarde y no quise hablar con nadie.

En los examenes de tercero medio me fue como el forro, no porque no supiera lo que me preguntaban, sino que porque me pasaba casi la mitad del tiempo de la prueba pensando en qué chucha fue lo que me dijo, por qué me quedé mudo, por qué no respondí nada, por qué terminó conmigo si yo pensaba que todo estaba bien.

En retrospectiva la Sofía tenía razón, pero fue sangre fría. Ni siquiera hay derecho a réplica?!

En fin. Entre el asunto del río y lo que siguió después no la busqué, porque tampoco tenía claro qué le iba a decir. Hasta que me decidí, y partí dos días antes de navidad a su casa, para preguntarle qué chucha. No había nadie.

Vacaciones.

Teléfono habría sido acobardarse, y las cartas no son mi estilo, así que sumido en el pensamiento de que había que esperar hasta Marzo desistí de la idea y caí en depresión.

En las vacaciones fuimos a Entre Lagos. Un lugar al interior de Osorno que recuerdo que era hermoso, pero me resulta difícil describirlo, porque honestamente el paisaje lo miré a la ligera. Me di cuenta que había cambiado, que prefería mi silencio a mi habla, empecé a darme cuenta de cómo me miraban raro, casi como si me tuvieran miedo. Como si supieran mi estado.

Tampoco es que alguien quisiese hablarme sobre eso, porque cómo se empieza ese tipo de conversaciones?

Hacia fines de Enero recibí la llamada de una ebria Sofía, que me trataba de decir que sus amigas estaban en lo correcto, y que yo era un flojo de mierda, o algo así. No entendí muy bien y corté yo antes de que lo hiciera ella, por dignidad, por respeto a mí mismo.

Bah...

Y me di cuenta que no tenía amigos. Así que partí a Puerto Montt, donde vive un tío y me dediqué a alcoholizarme casi a diario con mi primo, que tenía dos años más que yo. Pelluco era la mejor distracción para esta dolencia. Nunca pensé en mi primo, pero ahora me pregunto: Por qué habrá estado tan quebrado? Por qué alcoholizarse a diario? Irónico es, por decir lo menos, que nunca hayamos hablado del tema en un mes

Después volví a Talagante, y mis viejos me preguntaron qué me pasaba, que por qué estaba tan distinto, tan alejado, tan mudo. Y como buen cabro de 17, les dije que no pasaba nada. Quién no se ha hecho esa?

Pasé casi todo Marzo en silencio, hablando sólo lo justo y necesario, porque de cualquier manera no tenía amigos en el colegio por haber pasado tanto tiempo con la Sofía. Ella era más sociable, así que parecía que ella lo sobrellevaba de buena manera, no como yo.

Y un día en Abril hablamos, y me pidió perdón por haber terminado conmigo de manera tan abrupta, me habló de su verano, que Zapallar, que el litoral, que Viña, qué se yo. Ya no me importaba, porque había cambiado. Ahora era simplemente un muchacho silencioso que no hablaba nada. Le agradecí su conversación como políticamente se debe hacer y me puse a caminar. Me sentía con un nudo en la garganta apretado, quería llorar, no quería llegar a mi casa.

Se me hizo de noche y partí al ritual diario de ir a la Estación Central y esperar la Talagante que me llevaba a casa cuando tuve la epifanía.

No sé si toda la gente que viaja lo nota, pero cuando se toma esta micro en el terminal hay un montón de gente esperando en la cola para las micros. Los andenes marcan recorridos distintos, de manera que uno espera en la fila de la micro que corresponde. Finalmente casi todas llegan a Talagante o El Monte, incluso hasta El Paico, pero hay distintas formas de llegar, incluso hay recorridos que no van donde debiesen ir. Como la micro que va por Camino a Lonquén, por ejemplo.

Y mirando la fila, y la cantidad de gente que parte en la micro desde que comienza el recorrido no es difícil darse cuenta de que el recorrido "C. LONQUEN - ISLA DE MAIPO - CAPERANA" es lejos el que se lleva la mayor cantidad de pasajeros en la Talagante. De las Peñaflor no tengo idea, porque eso está muy cerca de Santiago.

Y concluí que aunque tenía una inmensa rabia con la Sofía por haberme puesto en esta situación depresiva terrible, en algunas cosas tenía razón. Sobre todo en la de explorar cosas, así que decidí mostrarle que estaba equivocada, que yo sí podía explorar si me lo proponía.

Me dieron las 8 y media.

Asustado, me hice paso en la fila para la micro que va a Isla de Maipo. Y como siempre, hay gente que queda en la fila para irse sentada y después de eso las personas que llegan son libres de subirse o no. Me subí con una ansiedad que no había sentido nunca antes y me quedé parado en el pasillo porque no habían más asientos.

Debo haber tenido una expresión facial horrible porque una vieja me dió el asiento por ahí por Departamental con Pedro Aguirre Cerda. Me senté a la ventana y llorando iba mirando hacia afuera. Me sentía asustado y libre. No sabía dónde cresta iba a ir a parar. Mucho menos tenía mapa ni nada de esas cosas.

Pero no me importaba.

La oscuridad en Camino a Lonquén puede ser desesperante, pero yo calculaba que iba a ser más tiempo hasta Isla de Maipo que hasta Talagante, así que sabía más o menos cuánto me iba a demorar. Me pasé mil rollos de la situación en la que estaba la Sofía cuando me llamó. Música fuerte, gente gritando al lado del teléfono y ella borracha. Lo comparé con lo que hice después en Pelluco durante Febrero y seguí llorando otro rato más.

Por qué me parecía que yo estaba infinitamente sumido en la miseria y ella lo estaba pasando bien? Por qué cresta siempre se tiene que hacer este tipo de comparaciones después de terminar una relación?!!!!

La micro iba fuerte y derecho, muy rápido hasta que disminuyó su velocidad y dobló en una bifurcación. Pasamos por una especie de Iglesia y una Plaza. Estaba mal iluminado y bien oscuro.

Desde ahí me fui pensando que estaba loco, que toda esta basura no podía ser así, que si ella después me buscó para pedirme disculpas es porque simplemente buscaba una distracción durante el verano, igual que lo hice yo. Después de todo no eramos tan distintos.

Había tomado la micro con la intención de saber qué mierda era "Caperana", pero eran ya un cuarto para las 10 y decidí bajarme cuando se bajó un gran pelotón de gente en Isla de Maipo. Bueno, supongo que era Isla de Maipo. Me bajé muy calmado y me quedé viendo cómo se iba la micro a la distancia.

Hacía frío, pero ya estaba tranquilo, ya no tenía pena. Le pregunté a un viejo que iba caminando cómo podía irme a Talagante y me dió indicaciones que tomara la micro pal otro lado y que me bajara en Calera de Tango y ahí podía tomar una micro a Talagante.

No me importó que fuera tarde. Ya estaba calmado. Ya había olvidado a la Sofía. Ya se había acabado el tormento.

Llegué a la casa tarde y feliz.

jueves, 14 de mayo de 2015

Como conocí a la Lucía

Yo era amigo del Ramón ya hace cinco años. Una amistad honesta. Con la Domi habiamos empezado a compartir nuestras vidas hace hacía unos 3 años, o algo así.

Por esos días el clima político estaba denso, por decir lo menos. Se había empezado a discutir reformas educacionales con el gobierno, pero nada salía. Que diálogo, que mesa, que el GANE, que el FE, etcétera. Finalmente  por esos días todo estaba en desacuerdo entre nosotros (los estudiantes) y el Gobierno.

Todo esto sucedió en Agosto. Uno de los meses más agitados del conflicto. Pero déjenme retroceder un mes.

Estamos en Julio y en la Católica la cosa no era fácil. Yo era de esa izquierda que se mezcla a veces nomás, que se moja el potito, pero la mitad no más. El Ra tenía más convicción. O sea, le costaba involucrarse, pero cuando lo hacía, era todo o nada. Yo me acuerdo que sentía que estábamos acorralados entre tanto imbécil que ronda la U. Sobre todo en la Casa Central. Era un ambiente nefasto, porque salían palabras que odio, como "resentidos", "upelientos", "hippies" y algunas otras más, que no merecen mención.

Por su parte la Domi decidió irse a la toma de su U. Ahí conoció un sinfín de gente que por transitividad conocí yo. Muchos cabros súper preparados, y otros que se notaba que el entusiasmo era sólo para figurar, porque no tenían contenido.

Con el Ra discutimos varias veces sobre qué podíamos hacer nosotros a la interna e independientemente. Varias veces llegamos a que era buena idea formar un colectivo anónimo, pero nunca concretamos la idea.

El 4 de Agosto quedó la cagada. La Domi se fue presa, la pillaron en Bustamante y no pudo hacerlo. Puta que fue huevona. Con el Ra mirábamos atónitos lo que pasaba, era un ambiente casi surreal. Hasta el día de hoy no he visto algo parecido.

Yo pensaba que después de irse presa la Domi iba a ser más calmada, pero finalmente resultó lo contrario. Salió con más convicción que nunca. Me acuerdo que se veía bella todos esos días, supongo que por esos días fue cuando finalmente decidí que no quería estar con nadie más. Qué extraña es la vida.

Antes del Paro de la CUT la Domi me dijo que marcharía con sus amigos de la Toma, que no iban a marchar con sus facultades, así que le propuse que fueramos juntos, y que podía llevar algunos huevones de la Católica. Accedió.

Fuimos yo, el Pancho, el Ra, el Pedro Cox y el Damián Schwarze y ahí fue cuando conocimos a un grupo de cabros de La Chile. Con algunos de ellos mantuve contacto después, todos buena onda. Pero fue este día cuando yo y el Ra conocimos a la Lucía, quien sería su futura polola.

Nosotros ya estábamos grandes, íbamos en quinto, la Domi también. Nos acompañaban puros personajes desde primero a tercero, así que éramos como los papás del grupo. La Domi sabía más de las marchas y qué hacer, así que ella era como la mamá. La Lucía era de la misma onda, así que se hicieron buenas amigas. Qué raro que es hacerse amigo de alguien en una marcha, con toda la paranoia que invocaba en ese tiempo la marcha. Todos pensaban que todos eran sapos, así que siempre había que ir con alguien que por lo menos supiera quién eras. Tiempos difíciles, supongo.

Después de eso seguimos juntándonos con ellos, los 4 éramos siempre constantes: Yo, la Domi, el Ra y la Lucía. A veces venía el Damián, a veces el Pancho, a veces la Cata, o alguna combinación de ellos. Nos juntábamos a tomar Mate y conversar mientras jugábamos cartas o dados. Es lo mejor para pasar el frío, si me preguntan, conversa, ocio e interesantes brebajes, como Mate, Navegado, o incluso un Té.

Me acuerdo que no me gustaba la Lucía, porque siempre estaba agarrando pal hueveo al Ra, como si quisiera dejarlo en ridículo o algo así, pero tanto yo como la Domi sabíamos quién era nuestro amigo. Al Ra parecía que la cuestión no le afectara, era como si este huevón fuera de fierro. Nada lo sacaba de sus casillas. Bien por él.

El año siguiente en Mayo, o por ahí el Ra nos contó que estaba pololeando con la Lucía.

Nos quedamos perplejos. Supusimos que toda la supuesta hostilidad parece que no era tal. Quizás él ya sabía que a ella le gustaba?

Después de eso dejamos de ver tan seguido al Ra, y cuando tomábamos once ya no venía tanta gente a vernos. Recuerdo que nos sentíamos solos. Mala onda, porque ahora eramos dos parejas.

La Lucía era extraña, con alcohol era muy extrovertida, risueña y despreocupada, mientras que sobria era totalmente distinta: observadora, seria, introvertida, casi siempre parecía que estaba calculando o algo así. Yo no sé, los huevones de Beauchef siempre me han parecido raros, creo que por eso se pelean con los de Derecho en La Chile. En fin, me parecía rara, porque su carácter cambiaba radicalmente con el alcohol, aunque para darle justicia, a todos nos cambia un poco.

Después, cuando el Ra estaba estudiando para su examen de grado la Lucía fue con una lista para el Centro de Estudiantes, salió electa como encargada del Área de Comunicaciones. A mi me parecía raro que hubiesen elegido una persona naturalmente observadora e introvertida para el cargo, pero supongo que estaba feliz por ella, creo.

En fin, recuerdo muchas cosas que pasaron, la mayoría son una lata, porque casi todas son de crítica. La Domi me dijo un día que yo estaba celoso de ella porque acaparaba a mi amigo, y tenía razón, porque después (esto ya lo conté una vez) me invitó a tomar un café para contarme lo mismo que la Domi ya me había dicho.

Después de eso la cosa cambió, porque volvimos a vernos los tres, más que nunca, como ya saben, e incluso tuvimos la re-adición de la Lucía a nuestro pequeño grupo.

Todavía creo que la Lucía es un poco altanera y escaladora, pero me cae bien, porque después de eso mi amigo nunca se vio tan infeliz como yo lo conocía.

Series

Los mejores por serie, para cortar la ficción, para variar, qué se yo:

House: Remy Hadley
Drop Dead Diva: Teri (gana por lejos)
Californication: Lew Ashby
How I Met Your Mother: Lily Aldrin (en verdad no sé, no me gusta ningún personaje)
Gossip Girl: Charles Bass (es el menos maricón de todos, aunque tampoco lo admiro...)
Breaking Bad: Gus Fring (La elegancia de este sujeto es magnífica)
Game of Thrones: Ygritte
Weeds: Nancy Botwin
The Bing Bang Theory: Leonard (es el más tranqui..)
Better Call Saul: Mike
The Good Wife: Kalinda (aún estoy viendo esta serie :O)

comentarios?

lunes, 11 de mayo de 2015

Ferrocarril a la Playa

Cuando era chico vivía en un barrio donde había una línea del tren cerca y a unos 800 metros de mi casa además había un puente.

Eramos tan imprudentes que a veces nos colgábamos de los durmientes mientras el tren pasaba por arriba de nosotros. Una caída hubiese significado irse río abajo, derechito a El Monte, pero afortunadamente nunca nos pasó nada, quizás porque eramos ágiles, o quizás sólo teníamos suerte.

Siempre recordé con nostalgia ese tren hasta que un día decidí abordarlo, tan solo para viajar. Los autos y buses me tenían loco. Incluso en Talagante puede ser abrumador el panorama...

Así que hice una mochila con un par de mudas y partí a la Estacion Central bien temprano a tomar el tren. No es irónico que viviera por 19 años al lado de la línea del tren y que nunca me hubiese dignado a siquiera andar en uno?

Partimos a la hora esperada, el tren avanzaba rápido, pero las paradas en las estaciones lo hacían un viaje bastante más lento de lo que hubiera esperado.

En la estación Santa Ana de Chena se subió una mina de más o menos mi edad. Se sentó en la columna opuesta y mirando hacia "atrás" del tren (yo miraba hacia adelante), iba muy seria y con el ceño entrefruncido. Leía un libro, ya no recuerdo cual, pero no era largo. Recuerdo que me llamó la atención, y que la miré durante gran parte del viaje.

Cuando pasamos la estación Arturo Prat, empecé a mirar hacia afuera un momento para ver el río. Se veía majestuoso, desde El Monte hasta El Paico la vista era verdaderamente sublime. Pocas veces he vuelto a ver algo tan hermoso. Después volvimos al valle y yo me mantenía absorto en mis pensamientos. A veces miraba a la muchacha que se había subido algunas estaciones atrás, pero ella iba concentrada.

Al llegar a Cartagena me bajé y comencé a buscar un lugar donde quedarme. Encontré una residencial dentro de mi presupuesto, dejé mis cosas ahí y partí a caminar un rato. Cartagena en Agosto no es el mejor panorama, para ser honesto, pero ciertamente es una buena distracción del maldito estudio.

Estaba comiéndome una paila marina en un sucucho cerca de la playa cuando aparece El Pancho, un compañero de la U y mientras comíamos me cuenta que van a hacer una fiesta en la casa de un tal Pedro Cox.

El precio de estudiar Derecho en la Cato era que tenía que lidiar con este tipo de gente, que en verdad no me agradaban mucho, porque eran... no sé. No tengo palabras para describirlos, porque difícilmente existen, y aquellos que los conocen están en sus mismos círculos. Es por eso que estos personajes me caían algo mal, los conocía poco y eran un grupo cerrado, así que había poco espacio para la semiología y el arte de conocerlos. Llegar de paracaídas a un sarao de esos era una terrible idea si consideramos que además mi predisposición era negativa.

De todas maneras me armé de valor y accedí a ir. La razón ulterior de ir a a la playa en tren era hacer algo distinto, así que por qué no?

En la tarde caminé por la playa nostálgico de la Media y mis compañeros, me acordé de la sangre fría de la Sofía y cómo me rompió el corazón. Al final terminamos siendo amigos, pero igual me hizo daño. De todas maneras todo estaba bien, la media la recuerdo como un buen momento. Estaba nublado y el cielo así siempre me ha puesto excepcionalmente nostálgico, la Universidad iba bien, pero no excelente y tenía en general poco tiempo para mí mismo y descubrir lo que me da curiosidad.

De tanto pensar en épocas me dió la noche en la playa, compré una cerveza chica y me la tomé en la playa mirando la luna: Menguante, lo suficientemente bonita como para observarla a través de las nubes, pero no sublime.

Partí después de tomar la chela al punto de encuentro con el Pancho y nos fuimos conversando de lo que teníamos que estudiar para Historia del Derecho. A decir verdad no tenía muchas ganas de conversar de la U, había venido a la playa a otra cosa, pero a fin de cuentas, conversar es bueno para capear el frío.

En la casa del famoso Cox había mucha gente, reconocí quizás a la mitad, eran de la facultad. Los demás no sé de donde salieron. En general todos bien vestidos.

Empezamos a hablar de puras hueás con los compañeros de la U, descubrí que en general venían de sectores acomodados (era de esperar), les gustaba andar en auto y tomar en bares cerca de sus casas. A veces iban a discos, razón por la que supongo la música estaba un poco fuerte, asunto que en general me agrada, pero esta vez no, porque música fuerte significa que no estás obligado a hablar. Bien por mí, me dije.

En un momento decidí cortar las apariencias y la pasividad-agresividad, así que salí al patio. Hacía un frío de mierda, de esos que te hacen retorcerte apenas lo sientes y te hielan las manos en cuestión de segundos. La Luna seguía igual de "no tan mal" que hace unas horas atrás, el tiempo estaba espectacular para fumar.

Prendí un "333" y empecé a concluir que no toda iba tan mal, que la forma de la luna en ese momento representaba mi situación: No estaba del todo bien, pero sin duda que se veía más bien que mal, este viaje era lo que necesitaba, y me di cuenta que la presión cedió, y que no estaba tan tapado de trabajo como pensaba. Así que paré la nostalgia y decidí mirar a mi alrededor. Después de todo, esa es la forma de actuar cuando se está "decente".

Fue entonces cuando la vi de nuevo. También estaba fumando y miraba un árbol que había, creo que era un álamo, pero no me acuerdo. Se veía excepcionalmente hermosa. Bueno, al menos para mí. Su cara formaba esa expresión que sólo alguna gente tiene. Al estar con los músculos faciales relajados sus labios se curvaban hacia abajo, haciéndola parecer que está triste. Cuestión que todos sabemos que no es generalmente así, porque sólo es una expresión facial.

Todos esos pensamientos, y algunos otros que me reservo sucedieron en cuestión de segundos. Sin pensarlo un segundo fui a meterle conversa. No tenía ganas de estar solo.

Así que terminamos fumando juntos, me contó que venía por el fin de semana donde su amiga Margarita, que los papás le habían prestado la casa, o no se qué. Ella se llamaba Dominique, estudiaba Medicina y le gustaba la Endocrinología. Es chistoso, pero fue ése el momento en que aprendí qué era la endocrinología.

La famosa Margarita era una amiga de la infancia de este Cox, que llegó un rato después a unirse a nuestra conversación con un par de vasos de piscola. Nos contó qué onda la famosa Margarita, al parecer sus familias eran amigas del alma porque vivieron siempre en un sector de Los Domínicos o algo así. El Cox resultó bastante menos pesado de lo que parecía, así que buena onda. Estuve afuera casi toda la noche conversando, en un momento la Dominique se fue, así que conversé con otra gente también, amigos de amigos y todo ese chiste. Era casi irónico que todos parecían más simpáticos de lo que se veía desde fuera.

Antes de irme le dije a la Domi si podía llamarla a su casa. Me propuso que nos fueramos juntos de vuelta en el tren. Sus amigos se iban en auto y ella no tenía ganas. Acepté sin meditarlo.

Me habló del cerro Chena y de que odiaba vivir tan lejos de Santiago, que en un par de años pensaba trabajar en algún sucucho de mala muerte y cambiarse a la capital. Le gustaba leer y ayudar a la gente. Parecía muy inteligente. Íbamos hablando de política y de la dictadura cuando llegamos a la famosa estación Santa Ana de Chena y se tuvo que bajar. Me dió su número y me dijo que la llamara, para que tomaramos once o algo así.

Llegué a la casa muerto. Eran las 9 de la noche y me sentía agotado, pero feliz. Fue un excelente fin de semana.

La Domi es uno de los mejores regalos que me ha dado la vida.

miércoles, 29 de abril de 2015

Ramón

En uno de mis años de universidad conocí a un sujeto de lo más intrigante.

Se llamaba Ramón, pero le llamaremos Ra. Este huevón era más feo que la cresta, lo digo sin pelos en la lengua, fui honesto con él y así tal cual se lo dije, hecho que me permite calificarlo de esa forma aquí. Feo, provinciano y pesado era este hombre.

Oriundo de las calles de Osorno, el Ra conocía Santiago como la palma de su mano, mejor que cualquier Santiaguino arrogante que bromea preguntando si en Osorno ya llegó el Internet. Varias veces me vi en la obligación de llamarlo para saber cómo llegar a ciertos lugares (quién cresta sabe como llegar a Renca, por ejemplo?).

El Ra era un hombre apasionado y sus objetivos nunca miraban más abajo que ser el mejor, tanto para la Universidad, el Atletismo, el Alpinismo y el Transporte. Siempre hacía todo con intensidad, no por nada era el mejor atleta de toda la Universidad Católica.

Tres años después de que lo conocí se puso a fumar. Yo nunca fui capaz de preguntarle por qué. Ya había pasado yo por esa experiencia, y ya sabía que me iba a contestar que no era de mi incumbencia el porqué de su vicio, además, yo sabía que era porque el Ra trataba de llenar su vacío interior con las piteadas que les daba a sus Latino (puta los cigarros malos).

Cuando fumaba fue cuando más amigos fuimos. No sé si se han fijado, pero el cigarro como que te da cierta complicidad con alguien. Desde luego que no es lo mismo conversar con alguien fumando que sin fumar, el ambiente cambia. Supongo que son las pausas que te ves obligado a hacer para exhalar, o qué se yo.

En fin, con el cigarro empezó nuestra amistad e hicimos de la Facultad de Derecho nuestra facultad. Conocimos cada rincón incluso infringiendo las leyes internas, como buenos estudiantes de Derecho que eramos. Un día en las catacumbas me comentó que a sus 22 años todavía era virgen, que nunca había tenido una mina, ni una polola, ni una amiga con ventaja, ni siquiera una amiga.

Ese fue el momento cuando le dije que era más feo que la cresta...

Se lo tomó con humor, y desde entonces nunca más fue tan pesado, al menos conmigo.

Cuando ibamos en cuarto, el Ra cambió, tuvo una especie de metamorfosis magnánima, era como si nada le costara en la vida: Mientras todos estabamos cagados con Laboral (maldito Laboral...), este huevón parecía que había nacido con el conocimiento que a todos nos costaba. Era como si ya supiera lo que le iban a preguntar y lo que el cuerpo académico esperaba que respondiera.

Un día me invitó a que subieramos el Cerro El Plomo. Yo ya había hecho algunas cumbres cerca de Santiago, había visitado el Salto de Apoquindo y escalado algunas montañas en el Cordón de los Españoles. Así que acepté la invitación, El Plomo era una buena instancia para conversar y para hacer una buena cumbre aquí en la Región.

En La Leonera yo estaba hasta el carajo, y este huevón parece que había nacido en el cerro, nada lo paraba. Nada.

Finalmente hicimos cumbre un Domingo de Junio, con mucho frío. Yo estaba medio apunado, pero feliz. El Ra estaba emocionado, ya nos quedaba poco para salir de la U, y habiamos hecho una excelente expedición al cerro. Eramos genuinamente felices.

A la Domi nunca le había caído muy bien el Ra, porque, puta, era feo y pesado... así que para qué intentarlo? Supongo que ese era su pensamiento, yo nunca le di mucha importancia, porque siempre asumí que era la forma natural de actuar frente a estas cosas, no sólo de las mujeres, sino que de la gente en general.

Un día el Ra nos invitó a que conociéramos algunos lugares de Santiago. Honestamente, yo pensé que era una paja levantarse a las 7 un Domingo para ir a huevear por la capital, pero como la Domi aceptó, a mi no me quedó otra que aceptar también. Total, no podía haber muchas cosas terribles que pasaran.

Nos levantamos y partimos al encuentro en Plaza Italia, el Ra no había llegado y ya eran las 8:20. Pero no nos importó, porque con la Domi conversar nunca fue un problema, así que con un par de cigarros lo esperamos en el Teatro de la Chile. El Ra venía con cara de no haber dormido y partimos al Cerro San Cristóbal, recorrimos la virgen y después caminamos toda la mañana por los senderos que existen ahí. Entre conversaciones profundas, risas y hueveo llegamos al Pablo Neruda, un mirador simbólico de Santiago, donde se ve todo, salvo lo que tapa el cerro.

Después fuimos a almorzar a un sucucho en el Matadero, en Franklin con Victor Manuel, o por ahí. En la tarde nos fuimos a Lo Barnechea, al pueblito, al Barnechea original, como decía el Ra. La Domi estaba impresionada, porque en verdad nadie se imagina que Barnechea puede ser normal.

Ese día fue clave, porque la Domi con el Ra empezaron a ser amigos.

Y así pasamos, eramos siempre los tres a todos lados, dondequiera que fuesemos. Hasta Alpinismo se puso a hacer la Domi con nosotros, y para ser honesto, yo era el más penca de los tres, pero no me importaba, porque eramos felices.

Y así seguimos los tres, yo defendiéndome en la U para egresar, la Domi avanzaba en su carrera de Endocrinóloga y el Ra rompiéndola.

Justo antes de salir, el Ra conoció a la Lucía, una mina que estudiaba Ingeniería civil, era más flaca que la chucha y algo escaladora, bien ligada a la política. A mi me parecía un poco altanera, pero da lo mismo. Si el Ra era feliz, yo también lo era por él.

Pasaron los meses hasta que yo egresé, y el Ra estaba a 5 días de dar su examen de grado. La Lucía ese día me invitó a tomar un café, así que nos encontramos en un café pretencioso y carero en el barrio Lastarria, me confesó que estaba enamorada hasta las patas, y que no sabía que hacer, porque el Ra le había dicho que ella lo estaba acaparando mucho. Y algo de razón tenía, porque ya no íbamos tan seguido a cerro, y el Ra había dejado de practicar Atletismo, sin mencionar que ya casi no nos juntábamos. La Domi lo extrañaba más que la cresta. Le dije que no es necesario acaparar a alguien si en verdad lo quieres, le dije que podría ser una buena idea que nos juntáramos con más gente, quizás con los cabros de la U, o qué se yo.

Cuando el Ra se tituló fue un día interesante. Ya era Abogado, por la chucha, mi mejor amigo era abogado!! La Lucía se consiguió una casa en el Cajón del Maipo, en San Gabriel y nos fuimos los cuatro y unos amigos de la Domi y de la Lucía al Cajón. Buena onda los cabros, chupamos hasta que nos aburrimos y le llevamos una torta al Ra. Incluso se puso a llorar el pobre, con tanta borrachera nos confesó que nunca pensó que la gente se acordara de él, y le agradeció a la Lucía la organización del evento. Evento que estuvo la raja, debo decir.

Al otro día partimos al Embalse el Yeso a hacer un asado, y fuimos todos felices, incluso engancharon el Lucho (un amigo de la Lucía) con la Cata (compañera de carrera de la Domi). Estuvimos hueveando en la nieve hasta como las 7 y bajamos.

Fue quizás el Fin de Semana más feliz de mi vida.

Después de eso la Domi estaba por recibir su título de Inmunóloga y yo terminando mi tesis cuando el Ra nos cuenta que le ofrecen una beca para irse a un Doctorado en Harvard.

Coincidió justo que se tituló la Domi un Viernes y el Ra se iba el viernes siguiente. Así que cuando la Domi se tituló hicimos una megafiesta en Las Urracas, una discotheque pretenciosa de Vitacura, pero siento que nos lo debíamos, porque habíamos pasado por tantas cosas juntos, y conocer esos lugares que aborrecíamos en algún momento no lo podíamos dejar atrás. Eso me lo enseñó el Ra, quien pese a que aborrecía algunas cosas, nunca renunciaba a conocerlas, porque siempre estaba dispuesto a la sorpresa.

En fin, nuestro estilo (la Domi, yo y el Ra) nunca fueron las discotheques. La Lucía igual sí, porque iban a Arte Matta a veces con sus amigas de Geología y de la FAU. Pero bailamos hasta el amanecer, yo y la Domi teníamos algo de ritmo, y el Ra, aunque tieso, igual lo pasó bien con la Lucía. Más aún, ello es subestimar las cosas, lo pasamos la raja.

Después de eso en la semana fuimos un par de veces a Lonquén, a disfrutar de las afueras de Santiago, a gastar nuestros ahorros en comidas sobrevaloradas. Hasta que llegó el día que el Ra se iba.

La Lucía estaba destrozada.

Después me titulé yo y no fue lo mismo sin el Ra, mi mejor amigo, incluso lloré cuando hablamos por Skype más tarde. Con la Domi y la Lucía fuimos al bella, donde ibamos cuando eramos más chicos a tomarnos unas chelas, quedamos hechos mierda y caminamos a la casa tristes porque el Ra no estaba.

Un año después se tituló la Lucía y partió ese mismo día a Boston. El Ra la esperó durante un año, porque la quería más que la chucha. Y después que obtuvo su doctorado se fueron a vivir a Nueva York.

El año pasado con la Domi fuimos a visitarlos, y están bien. La Lucía está embarazada y piensan volver a Chile en un año o dos. El Ra está feliz, pero creo que extraña Chile, o al menos nos extraña a nosotros.

Quizás no tanto como nosotros a él.

El Ra nunca se dió cuenta lo mucho que lo queríamos la Domi y yo. Supongo que debo decírselo cuando llegue.

Te quiero más que la cresta, compañero Ramón. No te olvides de nosotros, ni en tus más oscuros días, porque siempre te recordamos con cariño. Aunque seas más feo que la mierda, aunque fueras pesado en algún momento.

Espero con ansias volver al Cordón de los Españoles e ir al Cerro el Plomo, los tres, como hacíamos antes, o quizás con la Lucía, si se quiere unir.

----------
Nota del autor: No me juzguen, por favor.

martes, 14 de abril de 2015

Dos huevones, y algo más

Sucede frecuentemente que en el camino de la vida uno se ve persiguiendo el amor, como invitándolo a ser parte de nuestra vida, nos sentimos bien, hacemos lo que tenemos que hacer, pero se siente un pequeño vacío. No tanto como para sumirnos en la tristeza, pero sí para sembrar algo de incertidumbre y de ganas, por qué no.

Amigos y conocidos con este "síndrome" tengo muchos. Es interesante, porque lo expresan de distinta manera: ponen frases cursis en sus muros, algunos de foto de portada, otros en su perfil ponen fotos de situaciones románticas de algunos animé, y otros simplemente van más allá y tienen sus perfiles llenos de selfies, como si uno no se diera cuenta de su casi desesperación por hacer que algo pase.

Lo más notable es que una de ellas es bastante "exitosa" y le va muy bien. Pero cómo afecta este maldito síndrome, que me da la sensación de que está desesperada..

Por otro lado conozco a dos con el síndrome que en términos de -al menos- Facebook son el uno para el otro. Usan los mismos recursos, y probablemente padecen el mismo tipo de tristeza y soledad. Pero aquí lo dejo escrito: nunca va a suceder, ambos lo buscan con tanta avidez que se terminan cegando. Termina casi como lo describía Silvio en su Fábula de los Tres Hermanos. De tanto querer ver quedan ciegos, y esto no es todo, porque esta avidez no es sinónimo de audacia, es más bien lo contrario.

Finalmente encontrarán un defecto que no conocen y se rechazarán probablemente porque no son capaces de intentar algo con una persona que no es físicamente un 7.

Y pocos lo son, la verdad.

En fin, yo espero al menos llegar a esta etapa pronto, cuando sea capaz de compartir algo mío por Facebook, pero por ahora no me gusta hablar de mí. A menos, claro, que me pregunten.

2012

Por la vída venía yo tranquilamente ajustándome a mí mismo después de un tropezón cataclísmico en 2011 y un verano horrible. De buen modo venía todo cuando me topo con un evento al que no podía ignorar, por mis convicciones, así que me vi envuelto en este asunto, que prefiero no describir.

Ahí aprendí y conocí muchas cosas, que probablemente jamás voy a olvidar. Tengo sentimientos encontrados respecto de lo que ví dentro: Entre ellos envidia, odio, vigor, tristeza, desesperanza, felicidad, tranquilidad, amistad. Yo nunca imaginé que ese momento sería el fin, sobre todo después de 2011.

Allí conocí a alguien a quién dediqué muchas de estas entradas, que me cambió la cosmovisión y que me impulsó indirectamente a hacer muchas cosas. Fue quizás uno de los momentos más felices de mi vida.

Pero como no se puede siempre abarcar todo y hay que perder algo, ese año resultó inimaginablemente aun más terrible que su antecesor, lo perdí todo, incluso la paz interior y las ganas de mantener estabilidad en mi vida.

Desde ese momento que vivo con una coraza exterior, prefiero hablar sobre mí lo menor posible, porque lo que las situaciones me han enseñado es que así se vive más fácil. Suena macabro, pero el dolor cambia la vida, y entiendo cuando hablo con mis viejos, o con mi abuela cuando no quieren recordar algunas cosas. Es mejor educar para vivir fácil que para vivir digna y establemente. Y me temo que no puedo dejar de estar de acuerdo, pues al final de todo, ha sido un camino menos incierto. Hay poco que esperar.

Entonces, por eso es que cuando tengo problemas con alguien prefiero la evasión, porque para qué confrontar las dudas, si de todas maneras me van a mentir en la cara? Más aún, algunos prefieren hablarme públicamente antes que tomar el celular y marcar mi número.

Así que, como decía mi primo, parece que estoy aprendiendo a vivir con esta soledad. Después de todo, las últimas veces que quise seguir explorando en el campo de la amistad (y en el caso de 2012, algo más) la experiencia fue desastrosa.

Yo prefiero agarrar mi bicicleta e irme a la mierda. Por último puedo hablar con las plantas, o el camino, y esas weas no tienen la habilidad de dejar la cagada.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Febrero

Desde tiempos inmemoriables que para mí Febrero significa lo mismo que inactividad. Usualmente nada que hacer, capear calor y simplemente vegetar hasta que pase. Un mes de mierda, nada más y nada menos. Todo el mundo lejos, sin obligación de verse por clases y a veces un viaje con diferencias generacionales. Mes apestoso, hasta me surgió hace un par de años atrás el término verano de cerveza. La única actividad disponible: juntarse a chupar y conversar weás.

Pero ya que estamos en Marzo, quiero contarles que este Febrero fue todo menos inactividad. Partió con el regreso de mi chancha directamente desde el valle, restaurada ya ha recorrido cerca de los 700km en los alrededores de la Región Metropolitana, este es probablemente el cambio más radical que he tenido en los años que llevo viviendo aquí. Estoy más concentrado, con más energía y algo más feliz que antes, porque ahora siempre hay algo que se puede hacer: viajar.

Lo segundo que marca este mes es el trabajo. El-puto-trabajo. El ambiente laboral es piola, los cabros son relajados y todos los días vuelan las tallas, aprendí a no ofuscarme tanto. Tuve pegas estresantes y otras duras, pero no por eso estresantes. El trabajo puede llegar a matar a una persona.

Una semana de vacaciones efímera, pero significativa. Mis amigos son grandes.

En fin, se va un mes con muchos altibajos, pero con un promedio infinitas veces más alto que otros años. Ya siento que soy adulto, pero todavía sigo en la Universidad. :(

Mi chancha es sin duda lo más grande, me va a dar pena tener que pasársela a mi hermano...

lunes, 23 de febrero de 2015

Banalidades

Quería hacer una lista de las cosas que he visto con la chancha:

- Un puñetazo en los cocos a un sujeto en Brasil. Lo admito, me fui muerto de risa.
- Un wn sacarse la rechucha tratando de subir un monte en Vital Apoquindo
- Un wn pajeándose sobre una mina EN PANTALONES en Rosas
- Perros ladrándome y casi mordiéndome en la Gran Avenida
- Una mujer sacarse la puta madre en bicicleta en Isabel La Católica, por la cresta que quedó hecha mierda.
- Dos lesbianas comiéndose en La pirámide
- Piscolits con los perrits llegando a Los Domínicos.
- Un bar para bicis en Bilbao
- Un lugar de sushi para las bicicletas, creo que en Teatinos.
- Un apuñalado en Polpaico, por la chucha que me pasan weás random.
- Una pareja arreglando un auto en Panne en Chicauma, qué paja quedar tirado en medio de la nada

Eso, algunas son fomes, otras muy chistosas y hasta impactantes. A lo mejor algún otro día sigo contando qué mas veo.

miércoles, 11 de febrero de 2015

El Chena

Todo el que viene a Santiago se fija en los dos cerros principales de la Ciudad: el San Cristóbal y el Santa Lucía. Estos son los dos cerros de la ciudad que atraen la mayor cantidad de turistas porque se encuentran en el centro.

Cerros burgueses, están llenos de caminos, lugares turísticos y hasta palacios he visto. Por la cresta, si hasta he entrado a uno. En particular lo poco que conozco del San Cristóbal lo hace ser quizás el cerro más imponente de la ciudad. Sus caminos hacen que se pueda ver Santiago desde cualquier ángulo deseado, y la verdad es que son BASTANTES más caminos de lo que uno esperaría. Algún día espero poder tener la potencia para poder conocerlo entero.

Pero qué pasa con los otros cerros que marcan hitos en la Ciudad? Hace poco un amigo me dijo que vivía a los pies del cerro La Ballena, y yo -Actual Santiaguino ignorante y ex provinciano- por supuesto que no tenía idea cuál era tal cerro.

Y me pregunté: Por la chucha, cuánto sabemos los que vivimos en esta ciudad de los cerros de la periferia? y más aún, de los cerros que marcan un hito?

Me acordé entonces del Chena. La primera vez que lo ví tenía 10 años. Ibamos en dirección hacia el Sur en las primeras vacaciones grandes que nos dábamos, en ese entonces no sabía su nombre, pero cuando pasé por ahí supe inmediatamente que al pasar el cerro estaba fuera de Santiago. Y entonces, qué pasa con este cerro? Por qué parece que está tan descuidado y que nadie lo quiere?

Y ahora cada vez que lo veo pienso lo mismo, porque cuando visito San Bernardo (o Buin, o Paine) por el Autopista Central se me pierden las proporciones, y resulta que Lo Blanco es a la cresta, pero San Bernardo está más allá de Lo Blanco y La Vara, está justamente al lado del Chena. Incluso hay sectores de Gabriela desde donde se ve clarito el Chena al fondo.

Resulta, además, que en el sur de Santiago vive bastante más gente que en el Centro. Y, si me permiten mis amigos que viven hacia el norte, yo creo que desde Vespucio hacia el Sur vive fácilmente la mitad de Santiago. Entonces, por qué cresta me parece que el Chena es un cerro triste y que nadie lo quiere? Más aún, lo comparo con el San Cristóbal y me da un poco de pena, porque me parece que al igual que el San Cristóbal, el Chena marca un hito en esta ciudad, y mucho más que el Santa Lucía, pero parece que nadie quiere al pobre cerro.

Pero no te preocupes, Chena, yo plantaré una simiente en tus lugares, y te iré a visitar, y te daré el respeto que te mereces.

viernes, 6 de febrero de 2015

Isidora

Contigo me conocí cuando era un cabrito, lleno de energías y sin preocupaciones de ningún tipo. Todo era más simple, salíamos y nos hacíamos compañía por las calles y carreteras de Atacama.

Al llegar cierto año dejamos de juntarnos tanto por cuestiones de salud. Nos vimos de vez en cuando en trayectos cortos en los que recuerdo perfectamente la manera en que aclarabas mi mente con sus dudas, problemas y cuánta cosa más pasaba por ahí. Francamente no puedo decir que te extrañé mucho, porque ya en esos años habían otras cosas que me despejaban la mente, aunque a veces la llenaron de más problemas.

Después vino Santiago y definitivamente no te seguí viendo más salvo contadas excepciones. Recuerdo perfectamente algunos paseos largos que dimos por Copiapó con mucho frío, pero ambos sabemos que no importaba, porque siempre fuimos un par simbiótico, de manera que banalidades como el frío o el cansancio nunca importaron.

A veces también fuimos por alguna bebida por ahí, pero en el año yo estaba acá en Santiago, muriendo.

Y llegaste a Santiago, pero no eras lo mismo de antes, estabas destruida, a punto de sucumbir gracias a la maldita Termodinámica, mas no me importó, me junté contigo aún en tu condición -que no me importó- y volvimos a la tan beneficiosa simbiosis.

Dejé de morir y tú también. Algunos tropiezos has tenido en tu camino por esta ciudad, pero juntos hemos logrado que seas lo que otrora fuiste, sacando todo mi potencial a flote y recordándome las cosas de las que soy capaz. Me has dado ganas de seguir adelante con la vida y el trabajo, pero sobre todo con mis vueltas locas, que en algún tiempo también pararon.

Y aquí estoy, pensándote y queriendo pasar más tiempo contigo, me falta tiempo para poder hacer contigo todo lo que hemos planeado, pero ya vendrá, Isidora, no temas, que yo voy a estar siempre a tu lado.

jueves, 5 de febrero de 2015

Vietnamita del norte

He pinchado 3 días seguidos. He gastado parches como loco, más plata que la cresta en cámaras y perdido tiempo no sólo mío, también de otras personas. Estoy cansado de parchar ruedas, de andar con herramientas de mala calidad y de tener que parar en medio de la ruta por estos incidentes. Estoy agotado.

Sea lluvia o sea calor en exceso el trabajo seguirá igual. No voy a parar de usar mi medio de transporte, no por estos incidentes. Podría ser si es que se me quiebre el marco, o si es que caga la horquilla, o si la transmisión se va a la mierda, pero no por un par de pinchazos ordinarios. No.

Con viento y marea, a pesar de toda la adversidad seguimos en pie me dijo una vez un guardia. Y aquí es lo mismo, nunca me voy a rendir, aunque tenga que parchar infinitas veces la cámara, aunque la llanta se haga mierda. Aunque pase cualquier cosa, nunca me voy a rendir.

La bici es mi pasatiempo favorito, es mi forma de desestresarme y de quemar todo lo gordo que soy, es parte de mi vida, y no estoy, ni jamás estaré dispuesto a rendirme por nada, mucho menos por estupideces.

Nunca me voy a rendir.

martes, 3 de febrero de 2015

Sucumbir

Estaba hasta el carajo. Ruedas descentradas, todo lo que aprieta y tiene tuercas o use llaves alen estaba oxidado. El manubrio malo, toda llena de barro, pintura mala, los forros estaban resquebrajados por el sol y el uso. Sin mantención hace más de 7 años.

Pero decidí retomar, y perseguir el objetivo de hacer de ella mi transporte principal. Hablé con un viejo amigo para arreglarla y así fue. Pasamos como 7 horas un día arreglándola, le compramos nuevos forros, cámara, frenos, gomitas para el manubrio, grasa para cadenas, U-lock y alguna que otra herramienta por ahí. Le sacamos brillo, cambiamos lo que había que cambiar pero un rayo estaba roto.

Cagamos.

La rueda trasera quedó descentrada y con un rayo menos. Se podía andar si tenías el cuidado de no cunetearla o de pasarla por grandes hoyos. No me importó, me dí una vuelta gigante por Santiago, de esas por donde veo todo Santiago. Y fue la raja. Ya estaba operativa al menos. La rueda delantera quedó con scotch en vez de cubrellantas, pero aguanta bien.

La ansiedad me ganó. Así que el lunes (hace algunas horas) la llevé a centrar la rueda trasera y cambiarle el rayo. Volví algunas horas más tarde a buscarla, no estaba listo pero esperé y aguanté, porque el sucucho me agradaba. No era de estas mariconadas super ultra brillantes donde los giles te venden weás que no conocen. Estaba sucio (de grasa) y desordenado, lo que indicaba que estos sujetos conocían lo que estaban haciendo, pues de otra forma hubiera estado blanco, como las tiendas mariconas de las que hablo.

Finalmente quedó la rueda lista y me fui a Puente Alto (en verdad es La Florida), no duré ni 20 minutos pedaleando y pinché la rueda. Caminé hasta la bencinera y no hubo caso. Me fue a buscar mi tío y terminamos perdidos en una población en Macul. Pero llegamos donde mi tía, que me sirvió sendo plato de comida y algo de vino. Con eso me calmé y paré de patear la perra por tanta mala suerte.

Decidí ver si podía arreglarla. Tenía todos los implementos salvo el bombín, así que nos pusimos a ver si existía un bombín ahí en la casa de mi tía.

No había.

Afortunadamente mi tía tuvo la brillante idea de conseguir el bombín con el vecino. Lo hicimos y me demoré, pero parché la cámara, mientras conversabamos de las relaciones madre-hijo/hija y madre-yerno/nuera. Al irme mi tío supuso que me iba a ir con él en auto. Ni cagando, me había sacado la chucha para arreglar la wea para ahora irme en esa weá?

La tomé, me fuí a la bencinera y equiparé las presiones en las ruedas, pedaleé hasta la casa y aquí estoy, sólo gracias al fruto de mi perseverancia y capacidad física (que harto pobre que es).

Pero reflexioné: podría haber mandado en cualquiera de estos desafortunados momentos a la cresta mi sueño, pero ni cagando, porque amo andar en Bicicleta. Ahora no sólo yo soy la micro, sino que además la conduzco.

viernes, 30 de enero de 2015

Textos, Metáforas y Epítetos

Quien haya escrito o haya leído poesía alguna vez en su vida probablemente se habrá encontrado con estos recursos que se usan para decir algo a veces escondidamente, a veces para explicar, o a veces para sublimar el mensaje.

Algunas veces resulta que erróneamente se ocupan estos recursos con el propósito de ser intelectual o algo por el estilo. Un amigo una vez me dijo "no hay nada peor que el poema del ingeniero a su polola", no sé si iba o no dirigido a mí, pero pensándolo bien, suena cierto, sobre todo cuando se ocupan terriblemente estos recursos que pueden embellecer un montón los textos que se quieren escribir.

Y quiero preguntarme yo, para qué sobreusar por sobre todos los recursos posibles los epítetos? Llega a veces parecer una broma que la noche sea oscura, implacable, maligna, terrible, jóven, longeva y bla bla bla... por qué simplemente no se usa alguna otra cosa para describirla? Una palabra atípica, o qué se yo, existen montones de figuras que se aprenden en la media. Ninguna de las cuales puede causar rechazo si no se sobreusa.

El punto no es sólo usar figuras literarias para enfatizar el mensaje. A veces resulta que hubiera sido más fácil escribirlo en dos palabras y ya está. Entonces, cómo cresta lo hacemos para que lo que queremos escribir suene bello?

Cómo lo hago para que se entienda lo que quiero decir? Será que tengo que evitar las palabras raras? Será que uso muchas analogías y por eso todo lo que escribo se vuelve aburrido? O quizás el mensaje es malo de por sí y no hay nada que hacer.

No he caido en el juego de usar epítetos para cualquier cosa, pero sí uso la analogía como quién se cambia de ropa, he de cambiar eso. Hay algo más que se pueda hacer para escribir decentemente?

jueves, 29 de enero de 2015

Misticismo

Hace algunas semanas ya encontré a un señor que pudo leer a una amiga mía como si ella fuera su vieja amiga. Por como sucedió todo, no parece que se conocieran de antes. Salieron a flote temas como aura, colores, alma y los sentimientos de la niña puesta en cuestión.

En el momento fue algo casi sorprendente, ella se quebró porque algo de lo que dijo era cierto, recordó con pena una relación con alguien que es importante para ella. Yo no supe que hacer la verdad, en un contexto de tomar cerveza no suelen hacer salir sentimientos de lo más profundo de una persona, además, ni siquiera era -ni soy- yo tan amigo de esta muchacha. Todo esto sin considerar lo malo que soy para enfrentar este tipo de situaciones.

En fin, la abracé por algunos segundos y traté de hacerle cariño o algo así, para que se sintiera mejor. Pero ninguna de mis acciones tuvieron efecto alguno, probablemente porque ella -con justa razón- no me considera su cercano.

El caballero que desató la hecatombe declaró que él no era místico en ningún sentido, que "esa weá no existe". Y yo la verdad es que no sé si creerle. La RAE dice que lo místico es aquello que incluye misterio o razón oculta, alguna otra acepción se refiere a lo que se dedica a la vida espiritual. Pues bien, de acuerdo a la entidad lo espiritual sería aquello que proviene de un ser inmaterial y dotado de razón.

Como ustedes saben, mi escepticismo -y aquí voy a decir algo que parece casi religión- no me permite tomar a un espíritu como algo verosímil, los seres no pueden ser inmateriales. Así de simple lo digo y honestamente me cierro a la posibilidad de creer lo contrario, porque sé que los espíritus no existen.

No obstante, el misterio sí que existe. Desde chicos que lo sentimos, las ganas de conocer más alla tienen su origen precisamente en el misticismo.

Lo que no sabemos es místico, pues alberga misterio.

Volviendo a la persona que ocasionó el diluvio, es legítimo preguntarse: Cómo cresta hizo este personaje para saber tanto de la niña? Asumiendo que no la conoce de antes, cómo es posible que el sepa asuntos de lo más profundo de ella sin más que una primera mirada?

Bueno, existen varias opciones, algunos dicen que simplemente es suerte, pero yo no creo. Sin saberlo nos encontramos con gente que tiene la capacidad de leer (parece que ésta es un poco escasa, pero ese es otro cuento). Y sin darnos cuenta, todo lo que nosotros transmitimos y mostramos al exterior es suficiente para saber nuestro ánimo.

Estas personas tanto se esfuerzan por entender lo místico y ver un poco más allá de la apariencia terrenal que terminan por aprender esta disciplina que nada de mística ni de sobrenatural. Simplemente es lograr ver en la otra persona aquello que transmite, y como cualquier disciplina, sin ejercitación muere.

El tarot es un caso simple, pero general. Quién cresta se va a ver la suerte cuando está seguro?

En fin, las cosas místicas son del misterio. Lo demás, son weás. Así de simple compadre.

Una dedicatoria sobre ética

Perdonenme, señores, si les digo que quiero ser decente y no causar daños colaterales. Ni a quien trabaja ni a quien consume.

Perdóname cuando te digo que no quiero ser juzgado por ser el buen hombre en la situación, porque un hombre bueno no dispone del sueldo de los trabajadores para su propio beneficio, un buen hombre sigue sus convicciones cuando éstas no se convierten en lo contrario.

Perdóname, concha de tu madre, cuando te digo que eres un hijo de puta por seguir tu beneficio propio sin siquiera importar quienes son tus amigos, mucho menos los amigos de tus amigos.

Y perdónenme mis amigos, por pensar en la reivindicar las dictaduras en este momento, porque seres como estos realmente no merecen seguir vivos, porque por más cagado que esté, nunca voy a dejar de confiar ni en mis amigos ni en sus amigos. Cuando tu amigo hace una canallada de este estilo simplemente se le debe colgar de la plaza en pelotas.

Perdóname cuando te digo que ni siquiera mereces estudiar en la Universidad. Hay quien hoy está hasta el pico de plata, otros emocionalmente y así tantos motivos se pueden encontrar, pero no se debe confundir -y hoy lo aprendí- universidad con educación. No señor. Y todavía estudias derecho, grandísimo hijo de puta.

No queda más que desearle la muerte a estos indeseables y abyectos proyectos de seres humanos. Y es más, me retracto de mis disculpas, porque nunca he pedido perdón por ser como soy, o por pensar como pienso.