viernes, 9 de enero de 2015

Mini Ciudades

El otro día me encontré en una situación que frecuentemente he vivido, pero nunca la había notado. Hasta ahora, al menos.

En Diagonal Paraguay con Vicuña (no, en Rancagua no, Rancagua le dicen los huevones que viven pal otro lado, y como ni yo ni mi familia vivimos para allá, entonces la calle es Diagonal Paraguay) me puse a esperar la micro para irme a la casa, cerca de las 1 de la mañana de un Martes.

Como es de esperar, la calle está casi completamente vacía salvo por uno o dos pelagatos que deambulan por esas calles. Quizás después del Motel, o después de salir de la Fuente de Soda. Vaya uno a saber.

De cualquier manera, la calle está vacía y resulta que tengo que esperarla alrededor de 20 minutos en una calle vacía. Casi parece que la ciudad está durmiendo, cosa que casi es realmente así. No estamos precisamente en Nueva York aquí en Santiago. De todas maneras, alguien hay que en ese momento vive en los sectores cruzando el río, pero hacia este otro lado, definitivamente eramos pocos.

Y me encuentro pensando esto mismo que escribo cuando aparece la 210. Se ha fijado alguien cómo las micros de hoy en día parece que llenan de vida -quizás por unos cuantos segundos- el lugar por donde pasan? Puede ser un efecto luminoso, o encandilante, pero el asunto es que cuando es tarde, y se ve pasar la micro es como si la ciudad se pusiera en marcha. Como si todo aquello que en ese momento se encuentra detenido (sí, los autos están detenidos, porque sus conductores no suelen producir un efecto movilizante en una ciudad) de pronto asumiera su rumbo natural y la ciudad se mueve. Este efecto dura más de lo que parece, porque se extiende desde que se ve que la micro viene hasta que ya no se ve de lo lejos que va. A veces doblan en una esquina, a veces el camino se tuerce, a veces simplemente se pierde en el horizonte.

Este fenómeno es particularmente interesante cuando uno es partícipe de él, pues resulta que al subirse todo se pone en movimiento tanto literal como figuradamente, y el suceso de ver que la ciudad está en movimiento en ese preciso momento es más duradero. Se van las penas, se va el enojo y el letargo al saber que ya te has puesto en marcha a tu destino, casi se siente uno feliz porque es parte del movimiento, eres parte de aquellos que en ese momento no duermen, de los que hacen, precisamente, que esta ciudad sea una Ciudad.

La micro venía un poco llena, naturalmente. La frecuencia del servicio a esa hora es terrible, lo que trae como consecuencia que la gente se amontone en los paraderos esperándola. El tipo de gente que viaja es muy variado. Hay quien se dirije a su casa inmediatamente después de salir del trabajo, hay quien, como yo, que viene del otro lado del Mapocho, hay quien viene de la casa de su pareja y hay quien viaja errante por Santiago a esa hora al acecho de los descuidados. La diversidad los que nos encontramos arma en ese lugar una Mini Ciudad, en la que unos conversan, otros guardan silencio y otros duermen.

No alcancé a seguir pensando mi historia porque me tuve que bajar en Matta. El viaje fue más o menos corto.

Después me doy cuenta que el efecto psicológico que se produce después de bajarse es un poco fuerte. Sigue uno con el pensamiento de que es parte del movimiento, parte de la misma Ciudad, pero la micro ya se aleja con su letrero trasero muchas veces apagado -no fue el caso-, situación que suele atenuar un poco el hecho de que uno ya no forma parte de la Ciudad. Con la micro cerca de Victoria la pierdo de vista porque me toca caminar por Grecia (no Matta, porque hacia el oriente se llama Grecia, y el paradero está justamente en Grecia) para tomar el próximo bus. Ya no soy parte de Santiago, porque no estoy haciendo nada, por 10 minutos, al menos.

Me encontraba no siendo nadie cuando cambió esa situación, extrañamente diviso la 506v a la vuelta (digo extrañamente porque, en verdad, ese recorrido no se supone que pasa por ahí a esa hora, pero da lo mismo).

Y estuve por cerca de 10 minutos, quizás menos, en la Mini Ciudad 506v, hasta que llegué a mi casa y no contribuí a hacer que esta ciudad fuera Santiago. Porque, naturalmente, tenía que dormir.

Me gusta viajar en Santiago, porque las micros son Mini Ciudades. Quién no ha sentido alegría cuando sólo se ven autos en la calle y sin uno preverlo se ve una micro pasar en sentido contrario?, especialmente cuando va llena?

1 comentario:

  1. Es interesante lo que planteas, por lo general se habla de que la 210 (y otras) son las micros del carrete, o folclóricas, como algunos pitucos les dicen. Jamás me había detenido a pensar lo que dices. Puede ser que cuando me ha tocado tomarla a altas horas de la madrugada no va llena, sino mas bien con uno que otro señor dormido, meditabundo o borracho. Una que otra señora que tienen que levantarse muy temprano porque el patrón (pos hombre) quiere que esté a la hora que a él se le plazca cumpliendo sus servicios. Ahora siempre que vea las micros las veré como mini ciudades, al igual que en lugares alejados de Baquedano busco la vista completa del San Cristóbal.
    Saludos, hermano.

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