domingo, 4 de enero de 2015

Viaje a La Pintana

Honestamente siempre he encontrado más o menos aburrido Santiago dentro de los límites de Vespucio, de manera que cada vez que voy donde un tío mío el viaje se vuelve interesante. Porque vive en La Pintana.

Así que cargué mi pase y me subí a la 302 (que va por Ochagavía, es decir Manuel Rodríguez, Viel y después E. Frei Montalva). Bastante llena para ser las 17h de un sábado. El viaje hasta Departamental fue abismantemente aburrido: niñitas, comerciantes y parejas paseando o vendiendo en el Parque O'Higgins rumbo a su casa o qué se yo.

Cuando los viajes se hacen rutinarios la sorpresa y la emoción mueren, o se desplazan para dar paso al aburrimiento, irritación y a veces sueño. Como no suelo frecuentar La Cisterna ni Lo Espejo el viaje se tornó interesante después de Departamental. Pasamos por poblaciones de las que nadie habla, pero algunas están en los letreros de las micros: Santa Olga y Clara Estrella entre otras que no pertenecen a lo que se conoce como un buen barrio (según los que viven en providencia o por ahí, de todos modos).

La verdad es que me pareció que la gente se llena la boca hablando de aquí y allá en Santiago sin conocer siquiera los lugares de los que hablan, sobre todo de los lugares de los que estoy hablando. Yo no ví más que comerciantes y gente hablando en los parques y plazas del sector -porque sí, ellos también tienen plazas y lugares de esparcimiento-.

Como sea, continuamos y llegamos a Vespucio (que no sé cuál es el paradero...) y mis recuerdos de ese momento son un poco vagos. Al dar la vuelta al trébol se suben unos flaites y noto que una de las niñitas me está mirando y sus amigas no.

Siempre me han llamado la atención los grupos de mujeres, porque conversan entre ellas y se ríen, y miran a alguien y conversan de la persona, y todas lo miran disimuladamente -que en verdad nunca es disimulado- y se ríen aún mas, casi gritando y haciendo pública la burla. Pero este no era el caso, me miraba como si sintiera intriga, cosa que un poco me cautiva, porque no me suele pasar este tipo de cosas, más bien me sucede que los grupos se burlan de mí.

Antes de llegar al 25 de la Gran Avenida concluyo que puede que sea un pesimista y que me gusta que me miren de esa forma. Me acuerdo del romance en Tercero Medio que partió casi por un asunto parecido al de la intriga.

Pasado el 25, que tampoco me parece lo más entretenido del mundo porque es el límite de Vespucio vuelvo a prestarle atención al viaje, porque entro en una zona desconocida de San Ramón. Me acuerdo que esta micro no tenía el mismo recorrido antes, pero da lo mismo. Avanzando por La Bandera se baja casi la totalidad de la micro, incluídas la niñita que me miraba con intriga y.sus amigas. Me acuerdo del Matthies, que vive por ahí en Violeta Parra y noto que las calles son bastante anchas, más incluso que en la periferia de la comuna de Santiago. Deduzco que el barrio, aunque lejano, es bien antiguo.

Al llegar a Observatorio me acuerdo de algunos personeros de Antumapu que conocí el 2011 y 2012, al parecer pocos de ellos conocen el campus en su totalidad (Observatorio es su límite Norte).

La micro siguió por San Francisco y al llegar a Lo Martínez se baja la penúltima persona y me pongo a pensar que puta que vive lejos mi tío. En Bernardino Parada corría el agua por la cuneta, quizás por un grifo o algo así. Como estaba por llegar no había mucho más en mi mente, así que me bajo en el paradero más cercano a la casa de mi tío.

Al llegar a su casa venían justo llegando mi tío con mis viejos, que andaban por el 31 de Vicuña. Mientras como mi almuerzo (bien tarde, porque había trabajado hasta tarde el día anterior) suena Mujeres de Silvio en la radio.

Me acordé de tantas Mujeres de Nieve y de Fuego que he conocido, y pensé en por qué las mujeres no cantan sobre los hombres. Es que acaso los hombres no las hacemos estremecerse? o pensar en amor? o en lo fuertes, débiles, valientes o cobardes que somos? o que algunos somos de nieve y otros de fuego?

No llegué a ninguna conclusión, así que me declaré -y declaro- confundido respecto del tema.

Me di cuenta, finalmente, de que en La Pintana falta empatía entre los vecinos, pero fuera de eso no parece un lugar tan terrible y, es más, no me daría miedo vivir en un lugar así. Me daría miedo vivir en un mundo lleno de apariencias, ternos y corbatas a diario.

Me gusta viajar en Santiago, porque los lugares que no conozco aún no se terminan.

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