viernes, 16 de enero de 2015

Escuchar

Nadie revoluciona ninguna cosmovisión cuando dice que oir no es lo mismo que escuchar. El tema es viejo, y sea cual sea la definición que demos a cada uno, resulta que uno tiene que ver con la capacidad sensorial de simplemente escuchar -u oir- ruidos, bastará salir un rato a la calle o a la intemperie y notar el viento correr, o el pasto chocar entre sí, o escuchar conversaciones ajenas. El otro término más bien se relaciona con aprehender aquello que se escucha. En efecto, es evidentemente distinto escuchar el viento mientras vamos apurados al trabajo, que escucharlo mientras estamos en el parque, disfrutando de la sombra o cualquier cosa que por ahí se haga.

Esta diferencia de términos es un tema interesante por cuanto hay gente que literalmente invierte los roles de éstos en su diario vivir y hay otros que más aún, pregonan que todo debe ser escuchado, mas no aprehenden nada.

En una ciudad como Santiago, y casi por sobre todas las otras ciudades del país, ocurre el primer fenómeno. Resulta que esta ciudad es más ruidosa que otras, por su alto flujo vehicular en primer lugar y quizás porque se ha construido mucho durante la última década. Nadie se sentiría sorprendido si alguien comentara que vivir en el centro de esta ciudad es una experiencia desagradable por el ruido que hay, hecho que es muy cierto.

Pero, después de todo, poco puede hacerse para convencer a estas personas de lo contrario, no basta con hablar sobre los beneficios de vivir en un lugar como éste, porque resulta que lo negativo es más importante. Todos suelen huir al lugar donde les sea posible vivir lejos del ruido: Unos a Pudahuel, otros a Maipú, otros a Puente Alto, otros a La Reina, otros a Las Condes, a Lo Barnechea, a Huechuraba, a Colina, a Quilicura y cualquier comuna periférica de la región, sin importar los costos que se tengan que pagar, sobre todo en transporte.

Y es que éste fenómeno es precisamente lo que antes describía, se aprehende más el ruido que las conversaciones con gente que trata de explicar lo bueno que puede tener la situación. Justamente a esto me refiero cuando digo que se invierten los roles entre escuchar y oir. Para explicarlo, supongamos que escuchar es aprehender y que oir es la capacidad sensorial. Con eso explicado, y considerando la situación expuesta, se tendería con justa razón a pensar que lo que hablan las personas es más importante que el ruido, es decir, que uno debiera escuchar lo que la otra persona habla mientras se oye el ruido, pero resulta que lo que ocurre es lo contrario, se escucha el ruido mientras se oye la conversación.

Respecto de lo otro, es un tema doloroso y puede llegar a generar escudos contra la gente. Hay gente que no, pero quien sí nota los signos no verbales -bueno, a veces también verbales, pero casi nunca- que emiten las personas se da cuenta que, sorprendentemente, gran parte de las veces la reluctancia abunda cuando se trata de escuchar lo que alguien quiere decir.

De aquí en adelante expongo mi experiencia personal.

El asunto de veras que puede llegar a irritar, y quiero ser responsable, lo he dicho bastante el último tiempo. Por qué tengo yo que ser sincero con quien demuestra reticencia cuando le hablo? No tiene sentido. Finalmente, casi se trata de respeto: si nadie quiere escuchar, resulta innecesario decir cualquier cosa.

Precisamente es esa actitud la que genera un escudo, no se debe gastar energía en ser sincero con quien, de todas maneras no nos va a escuchar. El problema sale a flote cuando es demasiada la gente que no quiere escuchar nada.

A lo mejor soy un bicho raro que sólo habla estupideces, o quizás nadie quiere aprender lo que es un signo no verbal. Al final del día, es difícil tratar de enviar mensajes en esta sociedad alienada con Whatsapp, Facebook, copete y marihuana.

2 comentarios:

  1. Vamos a tener harto que conversar cuando vuelva a Santiago. Acá se da un fenómeno extraño, porque no hay ruido. Sólo árboles con (no sin) pájaros cantores. El problema es que no hay con quién hablar, nadie que te escuche menos que te oiga.

    Un abrazo

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    1. Totalmente. La soledad puede cambiar la percepción de este tipo de fenómenos, sobre todo cuando se prolonga

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