viernes, 26 de octubre de 2012

Algunas de las razones por las que hago lo indeseable

1. Soledad
2. Nerviosismo
3. Desesperación
4. Tristeza
5. Mareo
6. Letargo
7. Rabia
8. Soledad
9. Soledad
10. Soledad

Y la última, tan pequeña que casi no cabe mencionarse: aburrimiento.

ps: Las soledades no se repiten.

jueves, 25 de octubre de 2012

Letargo

Solo en su casa tomaba y tomaba sendas tazas de té mientras pensaba en todo lo que había pasado para que él pudiera estar así, en ese preciso momento. Un poco tranquilo -un poco-, reflexivo, con pocas responsabilidades (pocas fuera de las que tiene cualquier persona que tiene una casa) y una vida materialmente buena.

Recordó todas las cosas que hizo para llegar hasta este punto, las deudas, el trabajo, las cosas que hizo por superar sus problemas, todo lo que tuvo que aprender para saber cómo llevar adelante las dificultades que le presentó la vida después que cumplió su mayoría de edad.

Aún seguía pensando todo lo que alguna vez conversó con los que lo acompañaron durante su juventud, sin siquiera encontrar un remoto esbozo de respuesta a la pregunta que hasta el día de hoy lo atormenta. Al llegar la madrugada decidió dejar de pensar en ello. Pasó la noche en vela y siguió en la rutina que había adquirido.

Lo único que había logrado después de esa noche era saber que tenía una mejor vida material -quizás mucho mejor- y algo de sueño.

Y después de pensar todo esto, no pudo evitar sumirse en otro de esos tantos letargos de los que había sufrido en la vida.

Nadie nunca lo iluminó. Quizás por lo cerrado que era él y por lo poco hablado del tema. Probablemente iba a tener que esperar a la tercera edad para encontrar la respuesta. Mientras tanto iba a tener que seguir con su rutina de siempre hasta ser viejo. Sólo ahí iba a encontrar la felicidad y la respuesta a todas sus preguntas.

Estaba casi seguro de ello.

martes, 9 de octubre de 2012

Una pequeña historia de π(x)

Su mujer lo dejó. Con una hija. Ella tiene 20 años. No es tan inteligente. Es silenciosa. Es feliz. No habla con su padre, pues le da vergüenza. Ella no sufre de los males que él sufrió a la edad de ella. Él no sabe cómo hablar de estas cosas. Sigue siendo tan infeliz como hace 25 años. Por supuesto, sí hubo felicidad en su vida. Aunque sigue preguntándose lo mismo que conversó tanto con su amigo de la Universidad. Ella es humanista. No le gusta mucho lo que estudia. Trabaja. No tiene tiempo, por lo que pasa poco tiempo en su casa. Él vive donde vive porque quiere castigarse. Aún está frustrado. Ella trabaja porque necesita el trabajo más que el dinero. En eso se parecen, y mucho.

Se dirige a una tienda y compra unos Lucky Strike corriente, agradece al hombre que lo atiende y sigue caminando hasta llegar a la costanera del Mapocho, enciende un cigarro después de poner Figure 8 y cruza el río hasta su casa. Cuando va terminando de fumar, ya caminando hacia el cerro, ve a su amor de toda la vida caminando con su hija (sí, hija de ambos) tomadas del brazo ambas. Siente el deseo de ir a saludarlas, pero no lo hace.

Porque así es él, porque así ha sido siempre y así seguirá siendo hasta que muera.

Ellas dos siguen caminando -y evidentemente conversando- por el lado norte de la costanera hacia el oriente. Él decide seguir hacia el cerro, pero ni cagando hasta su casa, porque se siente frustrado, como siempre...

Enciende otro Lucky Strike y recuerda cuando tenía veintidós años y empezó a fumar.

La razón por la que fuma ahora que tiene cuarentaytantos no ha cambiado. Para nada.

viernes, 5 de octubre de 2012

Acerca de aquella petición

Este es cortito:

¿Cómo cresta le puedo hablar a alguien de superar cierto trauma o problema cuando ni siquiera yo lo he superado?

jueves, 4 de octubre de 2012

Renuncia

En los últimos días mucha gente se le acercó sólo para preguntarle por qué era amiga de esa otra persona. Muchos incluso tuvieron la patudez de preguntarle por qué no dejaba esa falsa amistad. Como si todas esas personas conocieran suficiente sobre ella como para saber por qué había decidido iniciar esa amistad. ¿Qué podían saber ellos de la angustia, de la pena, de la soledad, de la inseguridad y los dolores que habían pasado por ella, y que por cierto aún siguen presentes? ¿Qué podían saber ellos (y principalmente ellas) acerca de no recibir piropos ni siquiera de los obreros de la construcción?

¿Qué remota idea podían siquiera ellos tener, si con suerte algunos se acordaban de su existencia?

¿Sabían acaso lo que significaba que nadie la escuchara aunque hablara alto?

El hecho finalmente era que la amistad contrarrestaba todo lo amargo de la vida y le daba un sentido agradable de la soledad. La amargura del pensamiento se iba y era reemplazada por mareo.

Ellos no tenían idea.