jueves, 25 de octubre de 2012

Letargo

Solo en su casa tomaba y tomaba sendas tazas de té mientras pensaba en todo lo que había pasado para que él pudiera estar así, en ese preciso momento. Un poco tranquilo -un poco-, reflexivo, con pocas responsabilidades (pocas fuera de las que tiene cualquier persona que tiene una casa) y una vida materialmente buena.

Recordó todas las cosas que hizo para llegar hasta este punto, las deudas, el trabajo, las cosas que hizo por superar sus problemas, todo lo que tuvo que aprender para saber cómo llevar adelante las dificultades que le presentó la vida después que cumplió su mayoría de edad.

Aún seguía pensando todo lo que alguna vez conversó con los que lo acompañaron durante su juventud, sin siquiera encontrar un remoto esbozo de respuesta a la pregunta que hasta el día de hoy lo atormenta. Al llegar la madrugada decidió dejar de pensar en ello. Pasó la noche en vela y siguió en la rutina que había adquirido.

Lo único que había logrado después de esa noche era saber que tenía una mejor vida material -quizás mucho mejor- y algo de sueño.

Y después de pensar todo esto, no pudo evitar sumirse en otro de esos tantos letargos de los que había sufrido en la vida.

Nadie nunca lo iluminó. Quizás por lo cerrado que era él y por lo poco hablado del tema. Probablemente iba a tener que esperar a la tercera edad para encontrar la respuesta. Mientras tanto iba a tener que seguir con su rutina de siempre hasta ser viejo. Sólo ahí iba a encontrar la felicidad y la respuesta a todas sus preguntas.

Estaba casi seguro de ello.

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