lunes, 11 de mayo de 2015

Ferrocarril a la Playa

Cuando era chico vivía en un barrio donde había una línea del tren cerca y a unos 800 metros de mi casa además había un puente.

Eramos tan imprudentes que a veces nos colgábamos de los durmientes mientras el tren pasaba por arriba de nosotros. Una caída hubiese significado irse río abajo, derechito a El Monte, pero afortunadamente nunca nos pasó nada, quizás porque eramos ágiles, o quizás sólo teníamos suerte.

Siempre recordé con nostalgia ese tren hasta que un día decidí abordarlo, tan solo para viajar. Los autos y buses me tenían loco. Incluso en Talagante puede ser abrumador el panorama...

Así que hice una mochila con un par de mudas y partí a la Estacion Central bien temprano a tomar el tren. No es irónico que viviera por 19 años al lado de la línea del tren y que nunca me hubiese dignado a siquiera andar en uno?

Partimos a la hora esperada, el tren avanzaba rápido, pero las paradas en las estaciones lo hacían un viaje bastante más lento de lo que hubiera esperado.

En la estación Santa Ana de Chena se subió una mina de más o menos mi edad. Se sentó en la columna opuesta y mirando hacia "atrás" del tren (yo miraba hacia adelante), iba muy seria y con el ceño entrefruncido. Leía un libro, ya no recuerdo cual, pero no era largo. Recuerdo que me llamó la atención, y que la miré durante gran parte del viaje.

Cuando pasamos la estación Arturo Prat, empecé a mirar hacia afuera un momento para ver el río. Se veía majestuoso, desde El Monte hasta El Paico la vista era verdaderamente sublime. Pocas veces he vuelto a ver algo tan hermoso. Después volvimos al valle y yo me mantenía absorto en mis pensamientos. A veces miraba a la muchacha que se había subido algunas estaciones atrás, pero ella iba concentrada.

Al llegar a Cartagena me bajé y comencé a buscar un lugar donde quedarme. Encontré una residencial dentro de mi presupuesto, dejé mis cosas ahí y partí a caminar un rato. Cartagena en Agosto no es el mejor panorama, para ser honesto, pero ciertamente es una buena distracción del maldito estudio.

Estaba comiéndome una paila marina en un sucucho cerca de la playa cuando aparece El Pancho, un compañero de la U y mientras comíamos me cuenta que van a hacer una fiesta en la casa de un tal Pedro Cox.

El precio de estudiar Derecho en la Cato era que tenía que lidiar con este tipo de gente, que en verdad no me agradaban mucho, porque eran... no sé. No tengo palabras para describirlos, porque difícilmente existen, y aquellos que los conocen están en sus mismos círculos. Es por eso que estos personajes me caían algo mal, los conocía poco y eran un grupo cerrado, así que había poco espacio para la semiología y el arte de conocerlos. Llegar de paracaídas a un sarao de esos era una terrible idea si consideramos que además mi predisposición era negativa.

De todas maneras me armé de valor y accedí a ir. La razón ulterior de ir a a la playa en tren era hacer algo distinto, así que por qué no?

En la tarde caminé por la playa nostálgico de la Media y mis compañeros, me acordé de la sangre fría de la Sofía y cómo me rompió el corazón. Al final terminamos siendo amigos, pero igual me hizo daño. De todas maneras todo estaba bien, la media la recuerdo como un buen momento. Estaba nublado y el cielo así siempre me ha puesto excepcionalmente nostálgico, la Universidad iba bien, pero no excelente y tenía en general poco tiempo para mí mismo y descubrir lo que me da curiosidad.

De tanto pensar en épocas me dió la noche en la playa, compré una cerveza chica y me la tomé en la playa mirando la luna: Menguante, lo suficientemente bonita como para observarla a través de las nubes, pero no sublime.

Partí después de tomar la chela al punto de encuentro con el Pancho y nos fuimos conversando de lo que teníamos que estudiar para Historia del Derecho. A decir verdad no tenía muchas ganas de conversar de la U, había venido a la playa a otra cosa, pero a fin de cuentas, conversar es bueno para capear el frío.

En la casa del famoso Cox había mucha gente, reconocí quizás a la mitad, eran de la facultad. Los demás no sé de donde salieron. En general todos bien vestidos.

Empezamos a hablar de puras hueás con los compañeros de la U, descubrí que en general venían de sectores acomodados (era de esperar), les gustaba andar en auto y tomar en bares cerca de sus casas. A veces iban a discos, razón por la que supongo la música estaba un poco fuerte, asunto que en general me agrada, pero esta vez no, porque música fuerte significa que no estás obligado a hablar. Bien por mí, me dije.

En un momento decidí cortar las apariencias y la pasividad-agresividad, así que salí al patio. Hacía un frío de mierda, de esos que te hacen retorcerte apenas lo sientes y te hielan las manos en cuestión de segundos. La Luna seguía igual de "no tan mal" que hace unas horas atrás, el tiempo estaba espectacular para fumar.

Prendí un "333" y empecé a concluir que no toda iba tan mal, que la forma de la luna en ese momento representaba mi situación: No estaba del todo bien, pero sin duda que se veía más bien que mal, este viaje era lo que necesitaba, y me di cuenta que la presión cedió, y que no estaba tan tapado de trabajo como pensaba. Así que paré la nostalgia y decidí mirar a mi alrededor. Después de todo, esa es la forma de actuar cuando se está "decente".

Fue entonces cuando la vi de nuevo. También estaba fumando y miraba un árbol que había, creo que era un álamo, pero no me acuerdo. Se veía excepcionalmente hermosa. Bueno, al menos para mí. Su cara formaba esa expresión que sólo alguna gente tiene. Al estar con los músculos faciales relajados sus labios se curvaban hacia abajo, haciéndola parecer que está triste. Cuestión que todos sabemos que no es generalmente así, porque sólo es una expresión facial.

Todos esos pensamientos, y algunos otros que me reservo sucedieron en cuestión de segundos. Sin pensarlo un segundo fui a meterle conversa. No tenía ganas de estar solo.

Así que terminamos fumando juntos, me contó que venía por el fin de semana donde su amiga Margarita, que los papás le habían prestado la casa, o no se qué. Ella se llamaba Dominique, estudiaba Medicina y le gustaba la Endocrinología. Es chistoso, pero fue ése el momento en que aprendí qué era la endocrinología.

La famosa Margarita era una amiga de la infancia de este Cox, que llegó un rato después a unirse a nuestra conversación con un par de vasos de piscola. Nos contó qué onda la famosa Margarita, al parecer sus familias eran amigas del alma porque vivieron siempre en un sector de Los Domínicos o algo así. El Cox resultó bastante menos pesado de lo que parecía, así que buena onda. Estuve afuera casi toda la noche conversando, en un momento la Dominique se fue, así que conversé con otra gente también, amigos de amigos y todo ese chiste. Era casi irónico que todos parecían más simpáticos de lo que se veía desde fuera.

Antes de irme le dije a la Domi si podía llamarla a su casa. Me propuso que nos fueramos juntos de vuelta en el tren. Sus amigos se iban en auto y ella no tenía ganas. Acepté sin meditarlo.

Me habló del cerro Chena y de que odiaba vivir tan lejos de Santiago, que en un par de años pensaba trabajar en algún sucucho de mala muerte y cambiarse a la capital. Le gustaba leer y ayudar a la gente. Parecía muy inteligente. Íbamos hablando de política y de la dictadura cuando llegamos a la famosa estación Santa Ana de Chena y se tuvo que bajar. Me dió su número y me dijo que la llamara, para que tomaramos once o algo así.

Llegué a la casa muerto. Eran las 9 de la noche y me sentía agotado, pero feliz. Fue un excelente fin de semana.

La Domi es uno de los mejores regalos que me ha dado la vida.

1 comentario:

  1. me tenís metido con estas últimas dos entradas, te iba a preguntar hace un rato y se me fue :P

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