viernes, 6 de febrero de 2015

Isidora

Contigo me conocí cuando era un cabrito, lleno de energías y sin preocupaciones de ningún tipo. Todo era más simple, salíamos y nos hacíamos compañía por las calles y carreteras de Atacama.

Al llegar cierto año dejamos de juntarnos tanto por cuestiones de salud. Nos vimos de vez en cuando en trayectos cortos en los que recuerdo perfectamente la manera en que aclarabas mi mente con sus dudas, problemas y cuánta cosa más pasaba por ahí. Francamente no puedo decir que te extrañé mucho, porque ya en esos años habían otras cosas que me despejaban la mente, aunque a veces la llenaron de más problemas.

Después vino Santiago y definitivamente no te seguí viendo más salvo contadas excepciones. Recuerdo perfectamente algunos paseos largos que dimos por Copiapó con mucho frío, pero ambos sabemos que no importaba, porque siempre fuimos un par simbiótico, de manera que banalidades como el frío o el cansancio nunca importaron.

A veces también fuimos por alguna bebida por ahí, pero en el año yo estaba acá en Santiago, muriendo.

Y llegaste a Santiago, pero no eras lo mismo de antes, estabas destruida, a punto de sucumbir gracias a la maldita Termodinámica, mas no me importó, me junté contigo aún en tu condición -que no me importó- y volvimos a la tan beneficiosa simbiosis.

Dejé de morir y tú también. Algunos tropiezos has tenido en tu camino por esta ciudad, pero juntos hemos logrado que seas lo que otrora fuiste, sacando todo mi potencial a flote y recordándome las cosas de las que soy capaz. Me has dado ganas de seguir adelante con la vida y el trabajo, pero sobre todo con mis vueltas locas, que en algún tiempo también pararon.

Y aquí estoy, pensándote y queriendo pasar más tiempo contigo, me falta tiempo para poder hacer contigo todo lo que hemos planeado, pero ya vendrá, Isidora, no temas, que yo voy a estar siempre a tu lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario