martes, 11 de noviembre de 2014

Carta a los seres queridos

Distinguidos hermanos, amigos, compañeros, padres, contertulios, parientes, lectores, señoras y señores:

Hoy me dirijo a ustedes para contarles la historia de una persona abatida por una enfermedad. La historia de mi mismo.

Resulta que es inefable el devenir de esta devastadora enfermedad, pero si tuviese que tratar de describirles lo que siento de tiempo a tiempo cuando el brote llega, es que siento que se me arranca la vida de las manos. Que no queda más por hacer y que lo he intentado todo para no llegar a nada. Para llegar al mismo momento en que una vez más he sido vencido.

Y llego a la condición en que todos ustedes me han conocido, que aunque no lo hayan explícitamente notado, se ha visto algún indicio de que en mí algo no anda bien. Ya sea que lo pensasen o no, la condición era la sospechada: se notaba un sujeto subyugado por una enfermedad que no permite vivir tranquilo, que algunos sí pueden sobrellevar, pero eso sólo es porque la viven con una menor intensidad a la mía. O quizás, sólo quizás si alguno de ustedes me presentara a alguien que la sobrelleva con una intensidad mayor, admitiré que soy débil, y de alguna forma encontraré una manera de vivir con esto.

Por de pronto, amigos, no puedo. No puedo más que sentir que la vida no va a ir jamás por un buen camino, ni siquiera por un camino aceptable. Porque cada vez que busqué una solución, oximorónicamente, ésta no lo fue.

Empero, compañeros, quienes me conocen saben que siempre he aborrecido la mediocridad, que no soporto a aquellos que se rinden ante la adversidad, aquellos que se autoabaten ante la más infinitésima dificultad; hoy es cierto que no hablamos precisamente de una dificultad infinitesimal sino más bien de una abismante. Y ello, amigos, nunca implicó que dejara de aborrecer, de criticar, de esperar que una persona superara sus propias dificultades, que venciera sus miedos y sus demonios. Y muchos de mis amigos, ya sea con o sin mi ayuda, los vencieron, y muchos de ustedes hoy me inspiran espíritu de lucha.

Por todo lo anterior, hermanos, he tomado la decisión de desabatirme y de seguir adelante, y que aunque me tome años, que aunque tenga que solucionar yo mismo mi problema, que aún cuando pase por dificultades para aprender lo que me permita aliviar este pesar que llevo dentro de mí, lo haré.

Y como os estimo, le cuento que esta decisión la tomo más porque siento que no puedo morir en la hipocresía que porque tenga esperanza. Y quiero ser muy sincero con ustedes, no estoy jugando cuando digo esto. La situación de hoy me hace ver que en el corto plazo poco hay que se pueda hacer. Pero de todas maneras seguiré adelante, y sólo por no ser un hipócrita y/o cínico en la vida, he decidido dar la pelea por toda la vida si es necesario.

Esta decisión no podría haberse concretado de no ser por ustedes. En efecto, de no ser porque existe en este mundo gente que me conoce, ya me habría dado por vencido, y es por esto que os quiero agradecer mediante la presente, porque son ustedes los que hacen posible que siga luchando por mí mismo.

Gracias, compañeros, y que tengan todos Buenas Noches.

No hay comentarios:

Publicar un comentario