miércoles, 7 de noviembre de 2012

Para dejarlo todo atrás

Siempre supiste que tarde o temprano te iba a tocar dejar tu ciudad. Lo cierto es que con el paso del tiempo cierto cariño y hasta cierta obsesión desarrollaste por tu ciudad.

Cuando llegó la hora de partir no pudiste soportar la idea, y lo entiendo... ¿Quién podría, sabiendo todo lo hermoso que significaba ese lugar? ¿Quién podría, sabiendo que no sólo los momentos pasados eran lo mejor, sino además teniendo la certeza de que lo que vendría en el futuro sería mucho mejor?

Pero aquí te encuentras, fuera de ese lugar y en armonía. Quizás ni tranquilo ni tan feliz, pero sí en armonía con el entorno. La verdad es que no te admiro, ni recomendaría a nadie hacer lo que hiciste. Pero entiendo la razón, y es más, también lo haría.

Fueron unas 8 horas desde que te levantaste ese día hasta que llegó tu partida. Luchaste contra todos tus recuerdos en ese lugar, recuerdos que te atormentaron porque resaltaban lo mejor de esa ciudad.

Lo mejor.

Pasado el mediodía tomaste la decisión que cambió tu vida: No borrar ningún recuerdo, lo único que harías sería transformarlos para que fueran en realidad malos recuerdos.

Y transformaste lo que más te gustaba en miedo, y las posibilidades en desesperanza, y los momentos en casualidades, y los aciertos los transformaste en decisiones de otros.

Cuando llegó la hora, no te fue para nada difícil dejar tu ciudad. Es más, tenías casi la certeza de que la transformación era más real de lo que parecía.

Y pudiste irte sin problemas, y viviste mucho tiempo sin ellos. Hasta que cuando visitaste gringolandia el fantasma del "what if" te empezó a acechar. Viviste un poco intranquilo pensando en el pasado. Pero todos sabemos que el pasado es el pasado.

Hoy la tranquilidad no es lo que más posees, pero estás medianamente bien, y me alegro por tí. Porque supiste sobrellevar el pasado.

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