domingo, 30 de septiembre de 2012

Falsa amistad

Entré a la cantina con mi típica mirada con el ceño fruncido, esa que resalta las marcas que me quedaron permanentemente en la frente y que hace que parezca que estoy furioso aunque la mayoría de las veces uso esa mirada para generar una coraza porque desde la época en que se generaban esas marcas que me empezaron a molestar las miradas curiosas de la gente sobre mi cara.

Con esa mirada de fierro entré.

Fui a la cantina y pedí un whisky doble con la cara de desconcertado que pongo cada vez que me toca hablar con alguien cuando uso esa mirada. Se demoró un par de minutos y me lo trajo. Esperando a mi "amigo" que en realidad de eso no tenía mucho empecé a tomar relacionando la quemazón de la garganta con los pensamientos que llevaba sobre mi mente.

Llegó, lo saludé y como siempre empecé a hablar y él a escuchar. Pero al poco andar me dí cuenta que la conversación no tenía ningún rumbo, que pensar en mi cabeza hubiese sido lo mismo, que en realidad de amigos no teníamos nada, que no sé nada de tí.

Me tomé lo que me quedaba al seco y te dije todo lo que te tenía que te decir, directo y sin vaselina.

Tú, por supuesto, te lo tomaste bien y seguimos hablando como si nada hubiera pasado. Porque la miseria ama la compañía.

Y seguimos siendo falsos amigos, y lo seguiremos siendo.

Quizás por cuanto tiempo más...

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